Sánchez manosea la división de poderes

El líder del PSOE denosta "la judicialización" de la política y proclama que "la ley no basta". El PP ya contempla llevar a Sánchez a los tribunales

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Los independentistas catalanes siempre acusaron a Mariano Rajoy de renunciar a la política y de limitarse a acudir a los tribunales para dar respuesta a sus aparatosos proyectos. Pedro Sánchez aspira a hacer lo contrario, no tanto porque ésas sean sus convicciones —es difícil saber cuáles son—, sino porque así lo exige ERC para sustentar su frágil coalición con Podemos.

Como los apoyos de Sánchez son los que son —un amasijo de fuerzas soberanistas (ERC, PNV, Bildu, BNG) y regionalistas (Nueva Canarias, Teruel Existe)—, el líder del PSOE intentó ayer, sábado, a lo largo de doce horas de debate de investidura, convencer a la opinión pública de que es el momento de dejar atrás la «judicialización del conflicto» en Cataluña y de «retomar la senda de la política».

Así se manejó Sánchez horas después de saberse que Quim Torra se había declarado en rebeldía contra la decisión de la Junta Electoral Central de inhabilitarlo como diputado y, en consecuencia, como presidente de la Generalitat.

Pese al grosor del desafío de Torra, ratificado solemnemente en el Parlament de Cataluña en paralelo a la sesión de investidura, Sánchez no dedicó ni una sola palabra a explicar cómo pensaba atajar su rebeldía. Al contrario. «Abramos un diálogo honesto amparado por la seguridad que otorga nuestro marco legal», propuso.

Sánchez: «La ley no basta»

Por si estas palabras de Sánchez no resultaban suficientemente elocuentes sobre sus intenciones de cara a esta legislatura, el líder del PSOE dejó una frase llamada a ser el santo y seña de su acción política en Cataluña. «La ley por sí sola no basta», afirmó.

A esas alturas quedó claro su esquema: el poder judicial sobra y el legislativo no alcanza. Del poder ejecutivo, el que él ostentará a partir del martes si nada se tuerce, no dio muchas pistas. Y así la clásica división de poderes del Estado pareció fundirse por arte de magia, acaso por la inminente llegada de los Reyes de Oriente.

El debate estaba condenado a acalorarse y así fue, ya que el líder del PP, Pablo Casado, salió a la tribuna con ganas de despellejar a Sánchez, sobre todo después de escucharlo acusar a su partido de «utilizar todas las artimañas jurídicas y extrajurídicas para tratar de sabotear la formación de Gobierno», en alusión a su recurso ante la Junta Electoral Central para inhabilitar a Torra.

Casado no se mordió la lengua y calificó de «desvergüenza» el «pacto de gobierno de pesadilla» que el PSOE ha alcanzado con «comunistas, dictadores bananeros, separatistas y blanqueadores de batasunos».

Sánchez, a los tribunales

Tomó carrerilla el líder del PP, jaleado por su bancada, y exigió a Sánchez que haga llegar un requerimiento a Torra para que abandone la presidencia de la Generalitat tras la decisión de la Junta Electoral. Ofreció una alternativa Casado, con el apoyo del grupo del PP en el Senado, y es la intervención de la Generalitat mediante el artículo 155.

Si no hace ni una cosa ni otra, advirtió el jefe de la oposición, el PP llevará a Sánchez a los tribunales «por prevaricación». «Estaremos en las calles y en los tribunales. No habrá recurso que no usemos», anunció.

En apenas unos minutos se despejaron todas las dudas sobre la colaboración que puede esperarse esta legislatura entre PSOE y PP: ninguna. Será un mandato a cara de perro.

Casado no quiere dejar ni un solo hueco a Vox en el hostigamiento a Sánchez y al menos ayer lo consiguió. El líder de Vox, Santiago Abascal, solo destacó por sus (des)calificativos al líder del PSOE, pero no por su iniciativa. «Sánchez es un fraude, un estafador, un personaje sin escrúpulos, un villano de cómic y un Tirano Banderas. Su palabra tiene el mismo valor que la de un timador profesional», le dedicó.

Sánchez y el abrazo con Iglesias

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, asistió animado y despreocupado a los intercambios desde su escaño. Feliz sabiéndose vicepresidente del Gobierno dentro de un puñado de días y dispuesto a dar una palmadita al jefe.

«Para nosotros, es un honor caminar junto a vosotros. Sí se puede, adelante presidente», dijo Iglesias para ganarse un abrazo, otro más, de Sánchez junto al escaño.

Pero si algo estremeció de Iglesias no fue su fraternidad con Sánchez, sino su desacomplejada forma de agradecer la contribución de los independentistas que están «en prisión y en el exilio» para posibilitar que la coalición de PSOE y Podemos pueda ponerse en marcha.

Sánchez, el rehén de ERC

Llegó luego el turno de ERC y la debilidad de Sánchez quedó definitivamente retratada, porque el portavoz republicano, Gabriel Rufián, no se anduvo con eufemismos. «Intentaré ser muy claro. Si no hay mesa no hay legislatura», amenazó el dirigente de Esquerra. Ése es el recorrido que tiene la legislatura, el que ERC quiera.

Hoy, domingo, la investidura de Sánchez será rechazada en el Congreso porque no hay mayoría absoluta. Pero el martes, en una segunda votación, recibirá el aval por mayoría simple de la Cámara si las cuentas no continúan fallando.

Coalición Canaria, que en un principio debía abstenerse, votará en contra porque así lo ha decidido su única diputada, Ana Oramás, pese a las directrices de su partido. Así que el resultado será 167 votos a favor de la investidura de Sánchez, 165 en contra y 18 abstenciones.

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