Yolanda Díaz: la ministra ‘látigo’ de la CEOE se hace fuerte en Madrid

Mientras Iglesias es abucheado en la universidad y Garzón gana críticas por su ley del juego, la tensión continua con la CEOE hace ganar peso a Yolanda Díaz

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Esta es la historia de un ascenso. En cuestión de meses, Yolanda Díaz ha pasado de ser una cara habitual de la política gallega, a un referente de la izquierda a nivel estatal. Su puesto como ministra de Trabajo en el primer gobierno de coalición de la historia de España y sus enfrentamientos con la CEOE han sido claves. Para los que no la conocen, es la auténtica revelación dentro del Ejecutivo y el rostro más mediático en este momento de Unidas Podemos, por encima incluso del de Pablo Iglesias. Por contra, quien ha trabajado alguna vez con ella no se sorprende. “Puede que una parte del peso que ha ganado estos meses sea estratégico pero, desde luego, se debe mucho más a su propia forma de ser. Ella siempre acaba siendo el centro de atención, es parte de su personalidad”, opina una compañera de filas de la llamada ‘izquierda rupturista’ en Galicia.

Quizás en esa clave se entienda la última polémica protagonizada esta semana por Díaz en el Gobierno central. Su departamento hizo pública una guía para que empresas y trabajadores supieran qué derechos los amparan legal y laboralmente ante el brote del coronavirus. Recordaba Trabajo que, por decisión mayoritaria, la representación unitaria o los delegados de prevención podrán acordar la paralización de la actividad de los trabajadores por el riesgo de contagio. La guía no gustó a unos ni a otros. La CEOE cargó contra ella, acusándola de alarmista. Los sindicatos la encontraron insuficiente y lamentaron que no se hubiera negociado con ellos antes. Pero, además, su publicación no sentó nada bien a la mitad socialista del Gobierno. El equipo de Sánchez hizo público un texto en el que la desautorización parecía evidente: “Las indicaciones sobre la evolución del coronavirus y las medidas a tomar las ofrece el Ministerio de Sanidad”. Fue la gota que colmó el vaso y que precipitó que Sánchez convocase la comisión de seguimiento del pacto con Podemos. 

La crisis a causa del coronavirus, con todo, no es comparable a los desencuentros vividos en las últimas dos semanas entre Podemos y PSOE a causa de la Ley de Libertad Sexual, la decisión de la abogacía del Estado de recurrir una indemnización a la familia del cámara gallego José Couso, asesinado en Bagdad, y, especialmente, la solicitud por parte de la formación morada de una comisión de investigación sobre las “presuntas irregularidades” cometidas por el rey Juan Carlos

Ser ministra y ser ‘izquierda’

Pero, tensiones a parte, Díaz ha ido ganando peso paulatinamente en el Gobierno y también en el propio espectro de la izquierda. Mientras que Pablo Iglesias ha sido abucheado en la Complutense y Alberto Garzón ha sacado a la luz un decreto de publicidad del juego que se ha quedado muy corto con respecto a las exigencias que el mismo planteaba meses antes (se ha ganado críticas dentro del propio partido), Díaz se ha erigido como látigo de la patronal.

No habían pasado tres semanas de la investidura de Pedro Sánchez cuando Yolanda Díaz sentaba en una mesa al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi; y a los secretarios generales de UGT y CCOO, Pepe Álvarez y Unai Sordo, para anunciar la subida del salario mínimo un 5,5%, hasta los 950 euros. En aquella imagen, donde Díaz empezó la carrera para ser una de las ministras con mayor visibilidad del Ejecutivo, no estaba claro quien era el ganador y quien el vencido, un mal que suelen aquejar los pactos. Aquel encuentro donde rubricó en tiempo récord el pacto para la subida del salario mínimo precedió a la serie de desencuentros con la patronal, el último, el relativo al coronavirus. También ha conseguido otros puntos a su favor de cara a los trabajadores, como la derogación del despido justificado con bajas médicas, que se endureció en 2012.

Las relaciones con la patronal

Pero, ¿es tan mala como parece la relación de Díaz y la patronal? Aunque es evidente la distancia ideológica y hay suspiros por la mayor ortodoxia que se le presume a Nadia Calviño, en la patronal consideran que se puede llegar a acuerdos con Díaz siempre y cuando se respeten las líneas rojas. La que afecta a la regulación de las subcontratas está marcada en rotulador grueso. La ministra ferrolana quiere igualar las condiciones salariales de los trabajadores subcontratados a las de los asalariados mediante la modificación del Estatuto de los Trabajadores.

“Una cosa es que se puedan buscar acuerdos para mejorar las condiciones salariales y otra es que mediante la modificación de un artículo del Estatuto envíes a la quiebra a cientos de empresas. Podemos hablar de todo y, si ella quiere, podemos hablar de un cambio de modelo para ver qué podemos acordar, pero no aplicar fórmulas que la actividad empresarial no puede resistir”, exponen fuentes empresariales.

Díaz tiene por delante esa batalla y la de la subida del salario mínimo para saber si desata una guerra o firma pactos sin vencedores ni vencidos, aún a costa de asumir que hay promesas muy difíciles de cumplir.

Ni una sigla ni otra

Quizás sea la ferrolana, con ese enfrentamiento continuo en medios con Garamendi, quien mejor ejemplifica en estos momentos la dualidad que pretende Unidas Podemos que, en un intento de no ser fagocitado por la Moncloa, quiere mantenerse como Gobierno, pero también como oposición. 

«Está ganando mucho peso mediático, primero por la propia cartera que ostenta y, segundo, porque llevaba mucho tiempo trabajando en los temas que ahora está abordando. Hay un trabajo realizado desde hace dos años, en la oposición con sus asesores y eso se está notando ahora, porque le permite sacar de forma más rápida medidas que, además, tienen mucho eco en los medios, como el caso de la derogación del despido por baja», apuntan fuentes dentro de Unidas Podemos.

Y eso, que Díaz no es, por entero, ni de una sigla ni de otra. Izquierda Unida no la toma por suya, tampoco Podemos. Afiliada al Partido Comunista, en lo que todas la voces coinciden es en que su influencia en Pablo Iglesias es mucha. «Él le hace mucho caso y ella, al final, también es ministra porque él está ahí. Es una persona de su total confianza y, desde el principio, parecía indudable que uno de los ministerios de Unidas Podemos se lo llevaba ella. Ya estaba sobre la mesa en las negociaciones frustradas tras las primeras elecciones de abril», recuerda otro cargo de Unidas Podemos. «Ella está contenta. Hasta ahora, nunca ha transmitido que hubiera grandes fricciones en el Gobierno. Las que hubo se deben más a la personalidad de unos y de otros», dice. Y es que, efectivamente, quizás el contrapunto a Yolanda Díaz se encuentra en otra ministra de origen gallego, Nadia Calviño, vicepresidenta económica que, incluso dentro del propio PSOE es vista por algunos sectores como «excesivamente tecnócrata». La CEOE, no obstante, se agarra a ella para tratar de ‘frenar’ a la ferrolana.

Clave en la campaña gallega

El peso que está adquiriendo la titular de Trabajo también será aprovechado en la campaña electoral gallega. «Ella ya ha informado al propio Pedro Sánchez de que se centrará este mes en las autonómicas. No ha habido problema porque también el PSOE se juega mucho, tanto como tener la presidencia de la Xunta, por lo que se comenta que la campaña va a estar coordinada«, apuntan otras fuentes consultadas por este medio que, no obstante, ven difícil que, en Galicia, el socio preferente de los socialistas vaya a ser Unidas Podemos. «Aunque hay acuerdo en Madrid, el PSOE gallego gobierna tres diputaciones en coalición con el Bloque Nacional Galego (BNG) y todas las encuestas auguran un sorpasso de los nacionalista sobre Galicia En Común», argumentan.

En Galicia su trayectoria viene de lejos. Abogada laboralista e hija de Suso Díaz, una de las figuras históricas del sindicalismo en en la comunidad y exsecretario general de CCOO, Díaz fue candidata a la Xunta de Galicia por Esquerda Unida en 2005. Fue el año en el que el bipartito de Emilio Pérez Touriño (PSOE) y Anxo Quintana (BNG) vencieron al, hasta entonces, todopoderoso Manuel Fraga. La candidatura que lideraba tan solo obtuvo 12.000 votos, pero el viento de cambio soplaba en Galicia y dos años después, tras las municipales de 2007, entró en el ayuntamiento de Ferrol como teniente de alcalde en una coalición liderada por el socialista Vicente Irisarri. El idilio duró poco, apenas un año. Los desencuentros de Díaz con el alcalde famoso por su afición al surf fueron sonados. En 2008 la coalición se quebró, permaneciendo la actual ministra como portavoz de su grupo. Inabatible al desánimo, y a pesar de que su imagen en Ferrol se vio tocada por la experiencia municipal, volvió a presentarse a las elecciones autonómicas de 2009, esas en las que comenzó la era de Alberto Núñez Feijóo, que ahora se tambalea según las últimas encuestas. Tampoco entonces obtuvo representación. Hasta 2012. Entonces, de la mano del histórico Xosé Manuel Beiras, se formó Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), la coalición de Anova y Esquerda Unida que irrumpió en el Parlamento gallego con 9 diputados. En esa campaña estuvo asesorada por un todavía desconocido Pablo Iglesias. Yolanda Díaz ocupó el cargo de viceportavoz, que mantuvo hasta 2015, cuando dió el salto al Congreso de los Diputados.

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