Una ley de los independentistas para los independentistas

Los soberanistas han sido incapaces de ganar un solo aliado para la causa de la ley del referéndum. Por el camino han quedado sus socios de siempre

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Nunca, quizá, en la historia del parlamentarismo democrático una tan exigua y exhausta mayoría como la que conforman Junts pel sí (JPS) y la CUP se ha atrevido a tomar decisiones tan graves como lo han hecho este miércoles en la cámara autonómica catalana.

Porque lo que más sorprende de las leyes aprobadas en el citado parlamento, más allá de la bronca vivida, es el desparpajo y el desprecio con que los 72 diputados de la mayoría soberanista tratan a los que discrepan de sus posiciones y la completa ausencia de voluntad en ganarse aliados y convencer a los que no participan de sus ideas.

El bloque independentista (72 de los 135 escaños) forzó el debate sobre la ley del referéndum que ha de justificar ese camino de retorno impredecible. Lo hizo medio en secreto, secuestrando derechos a los diputados y saltándose a la torera los usos parlamentarios vigentes.

Todo el «procés» ha sido un permanente salto hacia delante hasta quedarse fuera de la ley

Han aprobado nada más y nada menos que una ley que va en contra del criterio del Tribunal Constitucional, pero también contra la opinión del Consell de Garanties Estatutàries y de los propios letrados de la cámara catalana.

Y lo han hecho en nombre de la democracia y del pueblo, cuando la última vez que se votó en una elecciones autonómicas los contrarios a las listas soberanistas superaron a los que estaban a favor. Entonces, dijeron los candidatos de JPS, que ellos las leerían como unas elecciones plebiscitarias. Cuando el plebiscito les fue desfavorable, cambiaron ese voluntad mayoritaria del pueblo por una pobre mayoría parlamentaria.

Han avanzado por el camino de en medio aprobando una ley de referéndum cuando han sido incapaces durante 30 años de aprobar una ley electoral. Todo el «procés» no ha sido otra cosa que un permanente salto hacia delante rebajando a cada minuto las exigencias democráticas mínimas hasta quedarse fuera de la ley.

Sin aliados

Desde sus primeras propuestas en el camino hacia la independencia, los soberanistas han sido incapaces de ganar un solo aliado a su causa. Al contrario. Por el camino han quedado sus aliados de siempre, Unió Democràtica o miembros del propio govern que no quisieron seguir la estela delirante que han impuesto Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Jordi Sánchez

No han conseguido el apoyo de los socialistas, pese a los esfuerzos de Pedro Sánchez, y tampoco está claro el de Podemos. No han logrado el más mínimo respaldo en las instituciones europeas, más allá de algunos estrambóticos personajes a título individual.

Quisieron blindarse con el aval de la Comisión de Venecia y ésta les dijo con rotundidad que cualquier consulta refrendaria debía basarse en un acuerdo con el Estado español.

Ceguera política

Pero esa soledad creciente, lejos de hacerles recapacitar sobre la inviabilidad de su iniciativa, parece haberles dado alas para llegar hasta sus últimas consecuencias su desafío contra las instituciones españolas, unas instituciones avaladas y respaldadas por la totalidad de los dirigentes europeos.

Esta ceguera política, esta profunda irresponsabilidad, lamentablemente no sólo la pagarán los líderes soberanistas. Lo peor es que recaerá sobre una sociedad catalana ya profundamente dividida. 

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