Todo sobre el árbitro tranquilo que coserá al PSOE

El presidente de Asturias dirigirá la gestora del partido. Es un ingeniero que evita los focos de los medios y tiene la difícil tarea de recomponer el socialismo

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No es fácil encontrar alguien que hable mal de Javier Fernández. Es una rara especie en el universo socialista de hoy. Para empezar, un superviviente generacional en un mundo en donde tener más de cuarenta años, siendo generoso, imposibilita para tener un cargo. Si tiene ambiciones, no se le notan. La política, el PSOE, le ha buscado a él y no al revés. En eso sigue los dictados de Pablo Iglesias, el fundador, claro, que afirmaba que «cuando un compañero pretendía un cargo era razón suficiente para no elegirlo».

Javier Fernández (Mieres, 1948) no es un niño aunque en muchas cosas parezca un chaval. Está en forma, a base de machacarse con el tenis. Es parco en la mesa y modesto en su vida personal. Es asturiano en su carácter, un poco adusto; quienes le conocen bien afirman que es un burladero para defenderse de su timidez. Le apasiona la lectura, libros de ensayo y de historia de España. Ahora mismo está leyendo SPQR, de Mary Beard.

Una familia marcada por la militancia y la persecución

Fue militante silente desde que su padre, Manuel Fernández Montes, preso desde los 16 años en un campo de concentración, saliera de su presidio y pudiera darle el alta en el partido. No pudo conocer a su abuelo, el padre de su madre, Mari Luz Fernández González, fusilado por los franquistas. Bueno, para ser más preciso, desaparecido: nunca se encontró su cadáver.

Esto lo sabe poca gente, porque me da la impresión de que el presidente de la gestora cree que la dignidad de los asesinados por el franquismo no se resume en el derecho a una tumba, sino en las ideas por las que murieron.

A pesar de estos antecedentes, es un hombre sin rencor. Nunca ha sacado pecho por ser hijo de represaliados. Se lo ha impedido sus fuertes convicciones socialistas y democráticas curtidas en los veranos de su niñez, que pasaba en Alsacia, en la localidad de Bolfort (Francia) con su familia en el exilio..

A partir del mismo año en que nació, cuando sus tíos por parte de su madre y de su padre bajaron de las montañas de Asturias -en donde estaban escondidos- para cruzar a Francia. Entre ellos Aristidis Llameza, hijo de Manuel Llameza, fundador del SOMA, el sindicato minero.

La llegada a la vida política

Aterrizó a la política activa cerca de los cuarenta años. Y por la vía del conocimiento, para aplicar lo que aprendió en sus muchos años de trabajo como ingeniero de minas. Sacó oposiciones del cuerpo de ingeniero de minas del Ministerio de Industria, y después de años de trabajo como inspector, fue nombrado director de Minería y Energía del gobierno del Principado.

Esta forma de recorrer la política desde abajo, con un perfil profesional, también es extraña en un mundo en el que se puede pretender llegar a la Moncloa sin haber sido siquiera concejal. Y donde es común que dirigentes no hayan tenido nunca otra profesión que la política.

Alejado de los focos mediáticos

En un hemisferio de mediocres, con escasa preparación intelectual, el presidente de la gestora del PSOE tiene una cabeza bien amueblada. Entiende el compromiso intelectual con la expresión sencilla pero tenaz de sus convicciones. No corre, no ha corrido nunca detrás de una cámara, sino al contrario. No le gusta la exposición a los medios y no tuitéa intermitentemente todo lo que se le ocurre.

Sus intervenciones en el Parlamento de Asturias no son sensacionalistas. Recuerda a los viejos parlamentarios que utilizan la pedagogía política sin petulancia para expresar sus convicciones y sus propuestas. Sabe navegar a contracorriente de modas y conveniencias.

Sin pretensiones de cargos

Por lo que sé, nunca ha pretendido un cargo; lo ha aceptado casi cuando no tenia otro remedio. Y la falta de ambición puede ser un handicap en donde se mata por un puesto.

El domingo por la mañana respondía a quienes le felicitaban por su nombramiento como presidente de la gestora que no era un éxito personal, sino la consecuencia del drama en que se halla inmerso el PSOE. Quienes le conocen bien, incluso quienes no le quieren, le reconocen que es un hombre que sabe coser rotos y lo demuestra el hecho de que siempre ha contado con quienes fueron sus adversarios en el partido. Integrador pero con el tamiz de una fuerte convicción en sus ideas.

Como ingeniero, es un hombre más de proyectos que de gestión. Los diseños son su fuerte. Y tiene las cualidades pedagógicas de un viejo profesor que no se va por las ramas para conquistar el auditorio.

Contra los populismos

Tiene claras algunas convicciones que pueden ser complicadas. Es el dirigente socialista que más se ha enfrentado dialécticamente con los populismos. Sus respuestas a los líderes de Podemos en el Parlamento de Asturias lo atestiguan. Siempre ha defendido con claridad sus ideas en el Comité Federal, en donde sus discursos han sido respetados por todos.

En la crisis actual del PSOE, se ha sabido siempre lo que pensaba pero nunca se ha bajado al barro para difundir proclamas. Ha sido respetuoso con la dirección saliente pero firme en combatir con lo que no entendía propio de la cultura socialista. Un concepto que señala claramente en quienes han vivido para contarlo que hay cosas que en el PSOE no se pueden hacer nunca.

Como intelectual no acepta los debates tramposos: «Lo que no puede ser, no existe; y por lo tanto es falso».

Árbitro de un partido quebrado

Para escribir estas líneas me he esforzado en encontrar a alguien que me hablara mal de Javier Fernández. Lo único que he localizado es algunos que le reprochan falta de eficacia en la gestión. O para ser más preciso: que no le gusta o le aburre el día a día. Algo usual en una persona que da prioridad al pensamiento intelectual que a la voracidad política.

Su cuenta de Twitter es inusualmente pasiva, porque no se lo imagina uno difundiendo sus ocurrencias instantáneamente, lo que puede indicar que si dice lo que piensa, lo piensa antes de decir.

El domingo ha llegado a Asturias a las seis de la mañana, agotado por los fragores del Comité Federal y con un peso añadido al de presidente del Principado. Su responsabilidad como árbitro de esta contienda fratricida. Quizá lo que menos soporta, con su trayectoria, es que alguien insinúe o afirme que lo que él quiere es darle el gobierno al PP.

Acabo de leer lo que he escrito. Me ha parecido una necrológica, en un país en donde no hablar mal de otro es un milagro. No lo es. He escrito lo que he averiguado y lo que pienso. Me imagino que he cometido un disparate. 

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