Los trabajadores de las residencias de la Xunta acaban herniados y en el Supremo

El personal de asistencia a dependientes se moviliza para reclamar descanso, ante la acumulación de bajas por hernias, lesiones musculares y depresión; los trabajadores llevan a los tribunales los turnos por tercera vez

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El personal laboral de la Xunta que atiende a dependientes, básicamente ancianos y personas que sufren algún tipo de discapacidad, se hernian para atender a los usuarios. Literalmente. Las bajas, según aseguran, se disparan debido a la falta de descanso. En abril de 2012, la Xunta introdujo un cambio normativo que le permitió modificar el artículo 19 del convenio de personal, el que regula los turnos. Los trabajadores recibían compensaciones en horas de descanso a cambio de trabajar domingos y festivos. Ese tipo de compensación desapareció.

Ahora el convenio se lleva al límite. Trabajan 1.660 horas en 11 meses de las 1.665 que establece el convenio como límite anual. Todo está dentro de la ley pero el personal no resiste el ritmo. Su trabajo implica mover a personas, hacer cambios posturales, levantarlos y acostarlos… la carga física es elevada. Denuncian que el material no llega, equipamiento como las grúas escasea o está obsoleto y las bajas tampoco se cubren. Son los ingredientes que han creado una tormenta perfecta que ha llevado al personal a movilizarse. El martes, día 14, se manifestarán en Santiago. Y en breve, plantearán el tercer conflicto colectivo por turnos ilegales contra la Xunta. Ya han ganado en los tribunales las demandas en 2012 y 2013, esta última en el Supremo, tras un recurso del Gobierno gallego.

Oleiros, a 22 residentes por trabajador

El centro más afectado quizá sea el de Oleiros, uno de los más grandes, con cerca de 300 usuarios con altos niveles de dependencia. María Ángeles Búa, trabajadora actualmente de baja por problemas en la espalda, relata que en su planta, en los turnos de noche, un trabajador llega a tener que atender a 44 usuarios. Están durmiendo, pero hay que hacer cambios posturales a determinadas horas a personas sin movilidad. En otros turnos, el ratio es de 22 residentes por trabajador, mientras que por la mañana hay cuatro personas para el mismo volumen de usuarios. «En el ratio trabajador paciente siempre cuadran las cuentas en la Xunta, pero es que cuentan a médicos y hasta jardineros», asegura.

Los turnos en el centro pueden suponer trabajar siete días consecutivos, descansar dos, y volver al trabajo otros siete días. La conciliación familiar es imposible, porque hay turnos nocturnos que finalizan a las 8 de la mañana. El otro problema es que las dos grúas por planta están obsoletas, al igual que los baños geriátricos, también dos por planta, que «están rotos, da pena verlos». En Oleiros, según explica, llegó a estar el 33% de la plantilla de baja en el mes de septiembre pasado.

Ferrol, por construir

Una situación similar se vive en Ferrol, en el centro de Caranza. Pero el único problema no son las condiciones laborales. Las instalaciones tienen dos plantas cerradas desde hace más de un año por una reforma que nunca se llegó a terminar. Hubo que reubicar usuarios y servicios, parte de los residentes tuvieron que ser trasladados a otros centros, unos 40, algunos contra su voluntad, según relata el enfermero del centro Manuel Blanco.

La Xunta había reservado un millón y medio de euros para arreglar un complejo, que abrió sus puertas hace ya varias décadas. La empresa constructora comenzó en marzo de 2014 las obras, pero no las acabó. Entró en conflicto con el Gobierno gallego por el coste de los trabajos y le fue retirado el encargo, ahora en manos de otra empresa. Pero ya había comenzado las obras, dejando dos plantas sin condiciones para atender a los usuarios.

«Racionan hasta los pañales»

El material obsoleto, el escaso personal de mantenimiento para arreglar el equipo que se estropea, la falta de descanso, las bajas y la pérdida de derechos laborales ha provocado que los trabajadores reaccionasen. Ahora mismo, tienen días libres que comienzan a contar a las 8 de la mañana, cuando salen del turno de noche. Aseguran que están al límite de sus fuerzas.

«Se trabajan tres fines de semana al mes, tres noches seguidas o 16 días pasando por los turnos de mañana, tarde y noche con solo tres de descanso, como sucede en el CAPD Chapela. Eso al final lo pagan los usuarios», explica Fernando Martínez, trabajador del centro de mayores Torrente Ballester de A Coruña.

También explica que se han racionado los pañales a tres de día y uno de noche, lo que, a su juicio, resulta absurdo, ya que los usuarios tienen distintas necesidades. Para los de incontinencia severa, el racionamiento se vuelve absolutamente insuficiente. 

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