Las 1001 caras de Pedro Sánchez en 2019

Los argumentos del líder socialista han variado a lo largo del año en función de sus necesidades para conseguir la mayoría en el Congreso de los Diputados

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Pedro Sánchez comenzará 2020 de la misma manera que lo hizo en 2019: siendo presidente del Gobierno en funciones. No obstante, los recientes acuerdos a los que ha llegado con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Esquerra Republicana (ERC) junto al alcanzado con Unidas Podemos dos días después de las elecciones generales le permitirán celebrar la sesión de investidura en el primer fin de semana del nuevo año. 

Para llegar a este punto y contar con el respaldo de la formación morada y de los partidos independentistas, Sánchez ha modificado su postura sobre algunos de los principales asuntos que deberá asumir el próximo Ejecutivo. Empezando por incluir al secretario general, Pablo Iglesias, en el Gobierno, algo que descartó en julio y que provocó unas nuevas elecciones.

También ha dado un giro claro a su relación con los partidos independentistas. De pasar a asegurar que la «única garantía» frente a ellas era el PSOE, a depender de ellas totalmente para dar cuerpo a un nuevo gobierno y con una serie de cesiones controvertidas, como la habilitación de una consulta. Es aquí donde el líder socialista ha variado más su discurso y lo ha hecho en tiempo récord: entre la campaña electoral y el cierre del año. 

Pablo Iglesias, el «principal escollo»

Semanas después de las elecciones generales del 28 de abril, en plenas negociaciones para formar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos -y la abstención de los 57 diputados de Ciudadanos– Sánchez aseguró en su cuenta de Twitter que Iglesias era el único impedimento para conformar un Ejecutivo.

 «El principal escollo para lograr un acuerdo con Unidas Podemos es que Pablo Iglesias entre en el Gobierno», aseguró entonces el número uno del PSOE, que añadió no se daban las «condiciones». «Tenemos grandes discrepancias en materias de Estado que paralizarían la acción del Ejecutivo», explicó entonces, insistiendo en sus problemas de insomnio al pesar en contar con el líder de Unidas Podemos en el gobierno. Esas diferencias fueron salvadas tras los comicios del 10-N, ya que dos días después Sánchez selló un preacuerdo -y la paz- con Iglesias

Un ‘no’ con mayúsculas al independentismo

Durante todo el año, Sánchez ha negado que fuera a contar con las formaciones independentistas. Lo hizo en julio, cuando argumentaba que un Gobierno progresista «no dependa de los independentistas». 

Durante la campaña del 10-N, Sánchez volvió a reiterar su idea. «Unos dicen que queremos pactar con el PP. Otros, que con independentistas. ¡QUE NO! Lo que queremos es un Gobierno progresista, estable y coherente», volvió a escribir Sánchez, que finalmente ha empleado los últimos esfuerzos del año en convencer a ERC para que, gracias a sus 13 escaños, sea posible la sesión de investidura. 

«No hay salida para la autodeterminación»

ERC ha sido el que, a la postre, ha terminado rebajando las maleables exigencias de Sánchez. «No es no. La independencia no es posible. No va a haber derecho de autodeterminación», dijo en abril. Un criterio que mantuvo hasta las generales de noviembre, e incluso durante el comienzo de las negociaciones con la formación republicana. 

Finalmente, una de las condiciones que incluye el pacto PSOE-ERC es una «validación democrática» a la cuestión catalana. Esta vez no fue Sánchez el que hizo las declaraciones, sino el ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, que esgrimió tras las negociaciones con ERC que «la población catalana debe poder participar para superar el conflicto». 

Obviar la derogación de la reforma laboral

Derogar la reforma laboral ejecutada durante el mandato de Mariano Rajoy fue uno de los baluartes de Sánchez para liderar la moción de censura contra su predecesor. Sin embargo, no volvió a mencionar la medida ni tras las elecciones de abril ni durante las primeras negociaciones con Unidas Podemos. Su propuesta era revisar algunos aspectos, pero el tono del documento del pacto, hablando de derogación, ha sido mucho más duro.

Además, recuperó el discurso oportunamente después de sellar el pacto con Iglesias cuando Sánchez volvió a retomar la idea, que finalmente ha sido incluida en el documento que sirve como hoja de ruta para el próximo Ejecutivo. En este texto también se contempla la cesión de las competencias del Ministerio de Trabajo, que terminará recayendo en la formación morada con una candidata por delante del resto: la militante de Izquierda Unida en Galicia, Yolanda Díaz

El déficit, la asignatura pendiente

El estrecho margen que conceden los números ha terminado por señalar la gestión del Ejecutivo de Sánchez en funciones en cuanto al déficit público. El presidente en funciones encontró en este apartado una socia de excepción: la ministra de Economía, Nadia Calviño, que ayudó al líder socialista a defender que estaba «controlado» en el 2%, a pesar de las alertas de la mayoría de instituciones europeas que advertían que no se llegaría a cumplir.

«España camina en la buena dirección. Demostramos que hay otra forma de hacer política: reduciendo el déficit», llegó a decir Sánchez. Finalmente, el déficit público español se quedará presumiblemente en el 2,5%, cinco décimas por encima de las estimaciones socialistas. 

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