La Reina, Cifuentes y Puigdemont redibujan una España en blanco y negro

Las crisis de la Reina Letizia, Cristina Cifuentes y Carles Puigdemont son difícilmente soportables al mismo tiempo

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Tuve la fortuna de salir muy joven de España. Tres meses en Italia con 15 años, solo, estrenando mi libertad. Fue una sorpresa y un descubrimiento: Europa era una realidad en color; España un universo en blanco y negro donde la dictadura aliviaba la vigencia del pantone. Esta semana han desaparecido los colores en la visión de la actualidad política. Otra vez una España en blanco y negro.

En apenas diez minutos, la cuidada y fabricada imagen de la Reina Letizia ha sufrido un golpe del que tardará tiempo en recuperarse. Una mala noticia para una institución, la Corona, cuyo prestigio se construye día a día siempre en peligro de que se venga abajo con una torpeza o un desatino.

No tengo ningún contacto de confianza en la CIA. Me hubiera gustado que analizaran para mí los videos de la trifulca de la Reina Letizia en Mallorca. Escudriñar, ya lo he hecho yo. Los he visto un montón de veces, porque no entendía los procedimientos de la reina consorte para evitar que la abuela se hiciera unas fotos con sus nietas. Lo normal, lo civilizado, lo educado, hubiera sido decirle cortésmente «déjalo para luego, mejor en casa».

Hay muchas conclusiones, ninguna buena para la Reina

Ponerse ostentosamente en el ángulo de la cámara para boicotear la foto, y por dos veces, es algo muy vulgar. Digamos que absolutamente inapropiado de una persona educada.

He sacado varias conclusiones, ninguna buena para la Reina. Hubiera dado mucho por saber la literalidad de lo que le dijo doña Letizia a doña Sofía cuando le habló con gesto airado creyendo que ninguna cámara le estaba filmando. Pero no eran palabras amables por el lenguaje corporal; no eran de buena onda. Sorprendente la destreza con la que maneja la palanca On/Off de su sonrisa en cuestión de milésimas de segundo.

Otra cosa intuyo: una complicidad mal sana de la Reina con sus hijas, como si hubieran acomodado a doña Sofía en el baúl de los objetos inservibles que ya no se tienen ni en estima ni en consideración. Las risas de las hijas de Letizia con su madre en ese marco determinan esos sobrentendidos como un ritual discreto entre ellas. 

Si la Reina Letizia se permite ser grosera con la que ha sido reina de España durante 40 años, deteriora su autoridad para exigir que los ciudadanos la respeten a ella.

Los reyes consortes están permanentemente sometidos a un filtro muy escrupuloso de ejemplaridad

En la monarquía, casi todo son vasos comunicantes porque es una institución basada en tradiciones y convenciones sin un claro y directo soporte democrático. Antes, la monarquía se sostenía en la voluntad de Dios. Ahora ya no tiene ese soporte socorrido.

Si es complicado entender que un rey lo sea por ser hijo de su padre, más todavía admitir que una consorte sea rey o reina por haberse casado con el titular de la corona. Los ingleses, tan pragmáticos ellos, lo han solucionado llamando príncipe o princesa al consorte del rey o la reina. Allí, rey o reina solo puede haber uno. El rey y la reina consorte están permanentemente sometidos a un filtro muy escrupuloso de ejemplaridad, porque ni siquiera tienen el dudoso soporte de la herencia. Se tienen que acostumbrar al microscopio electrónico de la era de las redes.

Ojo con el síndrome del elefante de Botswana.

Como las tragedias tienen querencia por agruparse, la crisis de Mallorca coincide con el escándalo del falso máster de Cristina Cifuentes en el contexto de la convención organizada por el PP para un lavado exprés de su deteriorada situación. ¡Menudo fisco!

Para sintetizar lo imposible, las evidencias irrefutables de fraude en su master virtual han convertido lo dramático –la mentira y la falsificación de un título académico– en un esperpento. Cifuentes es ya un juguete roto. Todo para engordar artificialmente un título que nadie le exigía. Pompa añadida soportada en un fraude.

Tendremos que convenir que si Cifuentes se había erigido en el único baluarte contra la corrupción, al PP habrá que hacerle la pregunta de Sodoma y Gomorra. ¿Hay algún justo en su población?

No hay heridos, todos son muertos políticos

Me temo que es irremediable la lluvia de fuego en las próximas elecciones de todo tipo.

No hay heridos en esta tragedia. Todos son muertos políticos. La Universidad Rey Juan Carlos, los reconstructores de actas, los falsificadores de firmas y los figurantes de este atropello. 

Achicando espacios imposibles, el PP acepta el mal menor aparente de una comisión de investigación. Un callejón que conduce a ninguna parte gracias al empeño que tiene Ciudadanos en ganar tiempo para no salir en la foto con Podemos. Si quieren salvar la presidencia del gobierno de la comunidad, su única vía es una dimisión exprés de Cifuentes e intentar investir a otro candidato.

La crisis de Madrid ha aliviado a un PSOE errático y le permite retomar la iniciativa en un escenario local, pero con la máxima repercusión nacional. Una moción de censura, aunque resulte fallida.

La crisis de Madrid ha sorprendido a Cs cuestionando su calendario muy medido basado en ganar tiempo y consolidar la erosión generalizada del PP. El dilema del partido de Albert Rivera radica en el análisis comparativo de dos daños posibles. Coincidir con Podemos en la moción de censura o correr el riesgo de aparecer tolerante y protector del PP en un escándalo tan impresentable como el fraude de Cifuentes.

Evidentemente, a la vista de los resultados, el cálculo alemán fue erróneo

El PP ha tenido que ceder con condiciones a una comisión de investigación. Pero todo es provisional porque ha optado por permitir que Cifuentes se enroque en una posición insostenible. En las próximas horas, Rajoy puede optar por exigir la dimisión de la presidenta de Madrid para intentar pactar con Ciudadanos la investidura de otro presidente.

Para apuntalar una semana insoportable para el Gobierno de Rajoy, la decisión de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein de descartar la entrega a España de Carles Puigdemont por el delito de rebelión pone en jaque la estrategia española para frenar el proceso independentista.

Toda la estrategia del Gobierno de Rajoy se había confiado al magistrado Pablo Llarena. Los servicios de inteligencia españoles eligieron con cuidado Alemania como punto de captura del ex president fugado. Consideraron Alemania como el mejor país para gestionar la orden internacional de detención. Evidentemente, a la vista de los resultados, el cálculo ha resultado erróneo.

Imposible cuestionar la decisión de un tribunal alemán utilizando formulaciones políticas. Cualquier respuesta fuera del tono jurídico es imposible. Pero la imagen es irremediablemente un varapalo además político.

¿Puede continuar un proceso por rebelión con el caudillo de la asonada protegido por un tribunal alemán? 

La España democrática ha perdido la fuerza del tecnicolor

Las declaraciones de la ministra de Justicia alemana Katarina Barley respaldando la decisión del tribunal alemán están agravadas al poner en duda tácitamente la extradición de Puigdemont por malversación.

Se ha creado en España una atmósfera contaminada por una España incomprendida en el corazón de Europa y una estrategia de Rajoy sin plan alternativo.

Es pronto para sacar más conclusiones. No está claro si el magistrado Llarena buscará amparo en el Tribunal de la UE sobre la forma en que la Justicia alemana ha gestionado la orden internacional de detención. Confusión sobre las posibilidades de la fiscalía alemana de recurrir la decisión del tribunal de Schleswig-Holstein. Incertidumbre sobre el camino que va a emprender el Tribunal Supremo de España.

Son tres crisis difícilmente soportables al mismo tiempo.

Rajoy, sin tener armada la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, acentúa su enorme debilidad para continuar la legislatura. No tiene ninguna responsabilidad en los sucesos que han debilitado la solidez de la monarquía, pero todo suma cuando el enfermo empeora. 

No hay mucho tiempo para florituras. Rajoy tiene que buscar urgentemente una solución para el escándalo de Madrid y una salida para el callejón en que ha quedado el procés.

De repente, la España democrática ha perdido la fuerza del tecnicolor. Nubarrones en blanco y negro. Lo que parecía solido se ha licuado. El miedo es altamente contagioso y los vacíos son ocupados por las fuerzas emergentes. De repente, una insoportable sensación de vacío y, además, en blanco y negro.

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