La paralización del Gaiás, un costoso epílogo del ‘efecto Guggenheim’

Proyectos concebidos en época de bonanza se reformulan por su elevado coste durante la crisis

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Peter Eisenman, el arquitecto norteamericano y teórico de la vanguardia arquitectónica de finales del siglo XX, no verá acabado su proyecto en la cima del Monte Gaiás. El Parlamento de Galicia instará a la Xunta a que inicie los trámites para la paralización definitiva de los dos edificios pendientes de la Cidade da Cultura, el Centro de Arte Internacional y el Centro de Música y de las Artes Escénicas. Núñez Feijóo dijo no a los 170 millones que, estima, necesitaría el Gobierno gallego para concluir el complejo, después de gastar 287 millones en levantar la actual estructura, casi el triple del presupuesto inicial para todo el conjunto.

El proyecto de Eisenman, achacado desde la oposición al PP a los delirios de grandeza de Manuel Fraga –el expresidente de la Xunta alimentó la polémica comparando la obra con la Catedral de Santiago y calificándola de “sueño”– no es una excepción. En época de bonanza, a lo largo del Estado se proyectaron edificios destinados a convertirse en símbolos para una ciudad, que terminaron triplicando y cuadruplicando sus presupuestos iniciales. Hasta que aquel enorme gasto acabó resultando hiriente para la ciudadanía, castigada por la crisis económica. Y también para la administración: “Vamos a ahorrar muchísimo, lo necesitamos”, dijo Feijóo sobre la paralización del Gaiás.

El ‘efecto Guggenheim’

La ciudad pionera en este tipo de proyectos fue Bilbao, que inauguró en 1997 el Museo Guggenhein. El sorprendente éxito cosechado por el edificio diseñado por Frank Ghery –recibió 1.400.000 visitantes en 1998– provocó un efecto mimético en otras localidades, decididas a levantar su propio emblema. Así sucedió en Galicia, según Peter Eisenman, que reconoció que “la idea inicial que latía en la convocatoria del concurso era hacer algo como lo del Guggenheim de Bilbao. Se buscaba dicho efecto para Santiago”, manifestó.

Pero el efecto Guggenheim está muy lejos de llegar a la capital gallega. Visitaron el Gaiás 332.800 personas en 2012, por debajo de las previsiones de la Xunta, que esperaba que llegaran a la Cidade da Cultura 500.000 visitantes.

La conexión Santiago-Valencia

El parón definitivo en la construcción del complejo no sentó bien en Santiago. El alcalde del Partido Popular, Ángel Currás, dio muestras de incredulidad. «Cuando superemos esta situación y se empiece a crear empleo, sé perfectamente que con el presidente Feijóo y con el PP, esto se va a terminar», dijo el regidor. Su antecesor socialista, Xosé Sánchez Bugallo, hizo alusión a Valencia. «En la Ciudad de las Artes y las Ciencias se invirtió cuatro veces más que aquí. Sin embargo, no hay la misma sensación de derroche porque se abrió y se puso en funcionamiento. El problema es que se iniciaron las obras por los edificios menos representativos y menos útiles”, reconoció al diario El País.

La Comunitat Valenciana también puso en manos de un arquitecto estrella el diseño de su Guggenheim, Santiago Calatrava. El proyecto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias debía costar, cuando se concibió, 308 millones. Supera ya los 1.300.

El complejo arquitectónico valenciano también sufrió bandazos y hasta una paralización, cuando el Partido Popular liderado por Eduardo Zaplana ganó las elecciones autonómicas en 1995. Pero para entonces, el inacabado proyecto ya dilapidara 3.000 millones de pesetas y el Gobierno popular decidió reactivarlo. Cambió la torre de comunicaciones del diseño inicial por un gran teatro ópera –el Palau de les Arts–, y lo puso de nuevo en manos de Calatrava. Al igual que en la Cidade da Cultura, el incremento presupuestario no varió con el cambio de rumbo en el Gobierno.

Resonancias en Zaragoza

La recuperación del antiguo cauce del Turia en Valencia tuvo resonancias en Zaragoza. La capital aragonesa quiso levantar su propio emblema aprovechando la Exposición Internacional de 2008, centrada en el agua. El proyecto elegido fue el Pabellón Puente de la arquitecta británico-iraquí Zaha Hadid, que conecta las dos orillas del Ebro.

Cuenta el escritor Llatzer Moix en su libro Arquitectura Milagrosa que en el concurso arquitectónico se premió el proyecto de Zaha Hadid por su “potencial como hito de la exposición”, aunque su diseño era tan complejo que solo se presentó una empresa para su ejecución. “Una unión integrada por Dragados y Urssa (…) fue la única firma que creyó posible acabarlo” en los plazos convenidos.

El presupuesto inicial se situó en 35 millones de euros, pero acabó costando más del doble, 88,3 millones.

Cuentas pendientes

Tras paralizar las obras en el Monte Gaiás, la Xunta deberá negociar las indemnizaciones a las constructoras perjudicadas y buscar una salida para los terrenos que debían ocupar los dos edificos restantes. Los construidos también provocaron quebraderos de cabeza al Gobierno de turno a la hora de dotarlos de contenidos. Gallaecia Petrea, quizá la exposición más importante albergada hasta la fecha por la Cidade da Cultura, logró atraer 68.682 visitantes.

El binomio formado por grandes arquitectos y administración pública y la fiebre arquitectónica, que también alcanzó al sector privado, parecen enterrados por mucho tiempo bajo la crisis económica y la austeridad. Son fruto de una época en la que, según afirma Moix al comienzo de su libro, “España creyó en los milagros”.

El caso paradigmático sucedió en Sevilla, donde se llegaron a proyectar siete edificios con arquitectos de referencia, pero sólo el Metropol Parasol del alemán Jürgen Mayer llegó a concluirse.

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