La crisis del ‘status quo’ político

El crecimiento de los populismos y el desafío soberanista ponen en crisis el ‘status quo’ político arropados por el mito de la democracia líquida

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Como en otras situaciones de la historia, el mayor peligro que se cierne actualmente sobre los sistemas democráticos occidentales se produce al invocar más democracia. Solo hay una diferencia sustantiva. El cambio de paradigma se sostiene en las herramientas digitales para una democracia instantánea. Una de las mayores amenazas para los países democráticos radica en la eclosión de movimientos populistas frente a las políticas con las que los Estados democráticos afrontan nuevos problemas, generalmente derivados de la globalización. De nuevo, el racismo, la xenofobia, el pensamiento supremacista y los retornos al nacionalismo son el sustrato  de la desestabilización. Son manifestaciones que en el pasado han originado grandes catástrofes que hemos conocido en Europa.

Hace tan solo unos años, los activistas británicos de todas las causas acudían los domingos por la mañana al Speakers’ Corner de Hyde Park, armados de un taburete en el que subirse para llamar a los transeúntes a viva voz. Ahora cualquiera puede subirse al taburete desde el salón de su casa. Frente al ordenador o con el teléfono en la mano, el ciudadano hiperconectado de este tiempo puede arrojar sus propuestas, ira o diatribas al último rincón del mundo, en nombre de la democracia, contra el sistema que les garantiza su derecho a hacerlo. Twitter, Facebook y otras redes sociales facilitan la participación; en muchos casos, esta se reduce a formular o repetir eslóganes sobre situaciones extraordinariamente cambiantes. Todo es instantáneo. Incluso los periódicos de calidad que tienen ediciones en papel actualizan sus páginas digitales instantáneamente para dar cuenta, en tiempo real, de los acontecimientos que antes tenían que esperar veinticuatro horas en la linotipia, hasta la aparición del periódico del día siguiente.

Todo es instantáneo. Incluso los periódicos en papel actualizan sus páginas digitales instantáneamente

Pero internet no es solo una red de uso individual para que ciudadanos particulares participen en debates políticos instantáneos. Es una herramienta que, utilizada por poderes políticos, puede influir en procesos electorales y en situaciones de crisis, y también favorecer en nombre de la democracia, de la participación democrática, la desestabilización de países e instituciones democráticos. La posibilidad de ejercer el anonimato es particularmente ventajosa para estos actores. Las noticias no se comprueban lo suficiente. El ritmo de la información obliga a rebotar los sucesos sin matices. Y el mecanismo rebota y distribuye estos impactos hasta convertirlos en “virales”.

Imposible separar lo auténtico de lo falso. El rumor o la noticia falsa pueden tener dimensión global en minutos. Precisamente, el hecho de contradecir el sentido común o lo esperado favorece su “viralidad”. Adolf Hitler fue un maestro de la propaganda y utilizó la tecnología de su época de forma espectacular. El cine era su internet, y la facilidad para crear escenografías espectaculares le dio extraordinarios resultados en sus planes de uniformar y movilizar a las masas. Hoy los populismos no necesitan mover multitudes. Pero algunos son especialmente eficaces en el uso y manipulación de imágenes que se difunden instantáneamente hasta llegar a cualquier lugar del planeta.

Adolf Hitler fue un maestro de la propaganda y utilizó la tecnología de su época de forma espectacular. El cine era su internet

No hay guerra fría. La economía y la comunicación han sustituido a las invasiones. La confrontación cibernética es mucho más barata y eficaz que los viejos medios de influencia o dominación. Hace tiempo que la Rusia de Vladímir Putin no basa su fuerza únicamente en su arsenal atómico disuasivo, que lo tiene. A través de ejércitos de activistas organizados en internet desarrolla un plan a largo plazo para desactivar las democracias occidentales; para debilitar y dividir los países apoyando movimientos populistas y de extrema derecha.

Ese poder oculto pero conocido de Rusia ha actuado para desgastar el sistema político estadounidense, las democracias europeas y la fortaleza y cohesión de la Unión Europea. Se sabe que fuerzas patrocinadas por el Kremlin actuaron a través de internet para llevar a la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump, mediante ataques organizados a la candidatura de Hillary Clinton. Impulsar el nacionalismo extremo de “America First” era su manera de apoyar las tesis conservadoras y aislacionistas de la América de Trump, una potencia más aislada, menos influyente y más próxima a los valores de ejercicio tradicional del poder duro que representa Putin.

La UE de 90 micropaíses sería el final del proceso más esperanzador para los nacidos en el siglo XX

El Senado estadounidense se ha tomado en serio el ejército cibernético de Rusia. Investigan las actividades rusas para influir en los procesos electorales de los últimos años. El Brexit; las elecciones estadounidenses, las francesas y las alemanas; también el proceso separatista catalán: todos estos frentes tienen en común el interés ruso por debilitar las democracias –en especial sus procesos electorales– y potenciar movimientos nacionalistas y populistas, ya que Moscú es consciente de que ese es el cáncer que ahora mismo puede hacer más daño y, por consiguiente, cambiar el equilibrio mundial.

Se está estudiando la influencia rusa en el Brexit. La salida del Reino Unido de la UE cuadra con la estrategia rusa de debilitar la Unión Europea. Hay pocas dudas de que Rusia trató de influir también en las elecciones alemanas y francesas celebradas este año. El Senado de Estados Unidos investiga la presencia rusa en todas estas citas electorales. También en el proceso independentista de Cataluña. Una Unión Europea de noventa micropaíses sería el final del proceso más esperanzador para todos los nacidos en el siglo XX; preocupa mucho a los líderes actuales de la UE. La posición de los presidentes de la Comisión, el Parlamento y el Consejo Europeo frente al peligro del proceso independentista catalán ha sido rotunda. La participación de las terminales rusas, de Julian Assange y de Venezuela a favor del secesionismo catalán es el único apoyo internacional a los separatistas. Todos ellos están unidos por su deseo de neutralizar los efectos de la UE en el equilibrio mundial.

El concepto mágico del “derecho a decidir” catalán

Las herramientas de internet son teóricamente impecables porque invocan la democracia directa o líquida como forma de participación masiva o instantánea en los procesos políticos. Es una inercia netamente populista porque se asienta en la primacía del derecho a la democracia directa, al voto sin condiciones ni reglas propias, para influir en las decisiones políticas. En Cataluña el concepto mágico es y ha sido el “derecho a decidir”. El pueblo frente a la política representativa. Las promesas de lo nuevo frente a lo viejo, azotado y desconcertado en los años de la peor crisis económica desde los años 30.

The Washington Post publicó el día 3 de octubre, solo dos días después del intento de referéndum catalán, un editorial que afirmaba literalmente: “Los únicos apoyos de los nacionalistas catalanes son los separatistas escoceses, el Gobierno de Venezuela y el aparato de inteligencia y propaganda de Rusia, que movilizó a sus medios de comunicación y bots en redes sociales en apoyo de los separatistas. Evidentemente, Moscú percibe el movimiento catalán como otro vehículo para dividir y debilitar al Occidente democrático”. El artículo, escrito por el equipo de editorialistas del prestigioso diario, titulaba: “Cataluña celebró un referéndum. Rusia ganó”. Uno de los medios cibernéticos rusos es RT, un medio en internet promovido por el Gobierno ruso que en su portal en español publicaba una noticia el 12 de septiembre enlazada con un tuit de Julian Assange. Allí se pronosticaba el nacimiento de una nueva nación, Cata-luña, o una incipiente guerra civil. Assange ha sido un incansable activista en las redes sociales respecto al referéndum y al proceso secesionista catalán.

Los Estados democráticos están atrapados entre la solución de problemas complejos y la amenaza del populismo

Los Estados democráticos están atrapados en una pinza entre la solución de problemas complejos y la amenaza de los movimientos y partidos populistas que, agarrados a los viejos mitos del nacionalismo, predican el aislamiento frente a las estructuras creadas para garantizar la paz y como herramientas imprescindibles de un mundo globalizado. Las estrategias de los populismos siempre se han asentado sobre un cuidado manejo de la propaganda para agitar a las masas y conducirlas con mensajes simples sin tener en cuenta el rigor y la verdad, conscientes de que esa simplicidad y un relato atractivo son las bases más eficaces para conseguir la movilización.  Un enemigo como culpable de los males propios, un líder o movimiento que representa exclusivamente a la nación, y en consecuencia, un pueblo con objetivos y deseos uniformes y la llamada a la democracia directa, a la acción, sin tener en cuenta las reglas y legislación institucional. Todo eso adobado con xenofobia, rechazo a la inmigración y defensa de lo propio en un mundo que quieren retornar al aislamiento y la confrontación con lo exterior.

La información que se va conociendo sobre las investigaciones del Senado estadounidense confirma la existencia de esa trama rusa que alimenta continuamente los circuitos del descontento radical. Plataformas tan agresivas y conspirativas como las estadounidenses Infowars o Breitbart, dirigida por el antiguo estratega jefe del presidente Donald Trump, el ultraderechista Stephen Bannon, no han tenido empacho en sumarse a la campaña y lanzar artículos de alta distorsión. “La Unión Europea ataca a los votantes catalanes maltratados por su golpe de Estado contra Europa”, rezaba uno de sus titulares.

Los Estados no se adaptan a los cambios en la sociedad

El caldo de cultivo de la eclosión de los populismos está en relación directa con la incapacidad de adaptación de las instituciones de los Estados democráticos a los cambios que se han producido en las sociedades modernas. La crisis económica de 2008 motivó importantes recortes en las prestaciones del Estado de bienestar instalado en Europa. El rápido crecimiento de la Unión Europea fue posible por la aportación de ingentes cantidades de dinero a los socios más pobres que se sumaban. Conscientes de que la homologación política y social de los Estados miembros era la condición para que el proyecto fuera posible, la maquinaria económica del norte de Europa alimentó las estructuras del sur. No fue solo por solidaridad o altruismo. Eran mercados que iban a crecer; no eran donaciones, era inversión que esperaba resultados. También políticos.

Frente a los proyectos de unión se empezaron a armar proyectos de resistencia a la cesión de soberanía. El nacionalismo hizo su reaparición porque nunca se había ido. El proyecto europeo fue concebido como la vacuna frente a los virus latentes de las grandes confrontaciones bélicas del pasado. A partir de las fronteras resultantes de la Segunda Guerra Mundial, la identidad europea soportada en instituciones comunes ha ido avanzando hasta llegar a la formulación de una moneda común y a la eliminación de fronteras y aduanas interiores. Dos señas de identidad nacional superadas. Ahora se puede viajar por casi toda Europa sin pasaporte y sin gestionar divisas. Esas fortalezas se están convirtiendo, al mismo tiempo, en debilidades. El desbordamiento de la inmigración promovido por la geografía de la desigualdad económica y por tragedias humanitarias.

El nacionalismo hizo su reaparición durante la crisis porque nunca se había ido

La respuesta al ataque de la democracia líquida a los sistemas establecidos es complicada. Es un planteamiento clásico con mecanismos de vanguardia. La estrategia teórica es fortalecer los instrumentos de la gobernanza común. Más Unión Europea para ser más fuertes. Pero en cada cita electoral de los Estados miembros la tentación de muchos partidos, como herramienta de autodefensa, es ceder a las presiones populistas para evitar el crecimiento de los partidos que desde dentro de la Unión pretenden la cancelación del proyecto. La salida del Reino Unido fue decidida en un referéndum en el que se convenció a una mayoría de británicos de que su vida sería mejor fuera de las estructuras comunes europeas. La épica clásica del nacionalismo frente al aburrido relato de la estabilidad. Se utilizaron datos y argumentos falsos sobre el coste de pertenecer a la UE, el peligro de la inmigración y las escasas ventajas que reportaba el pertenecer al club europeo. Otra vez una amenaza exterior frente al confort y el orgullo de lo propio, de lo exclusivo.

En Cataluña, su particular demanda de Brexit tiene los mismos parámetros conceptuales. Del “España nos roba” a la mística de una Arcadia donde crecerán las longanizas de los árboles. Además del supremacismo catalán: ellos subvencionan a los vagos del sur. Pero la realidad les ha hecho despertar de ese sueño. Las negociaciones complejas y atascadas para materializar el Brexit lo están demostrando cada día. Los sueños nacionalistas tienen un elevado coste económico, sobre todo en un mundo donde se ha instalado una globalización irreversible. Los nuevos populismos exigen reformas audaces en los sistemas de representación y de gobierno. Combatir el mitode la democracia directa e instantánea necesita respuestas arropadas por un relato igualmente épico y tentador. La corrupción y la ineficacia han puesto en cuestión el sistema, que necesita más controles para que el poder sea cercano a los ciudadanos. La transparencia es la única forma de combatir el atractivo de la democracia líquida y las herramientas de las redes sociales. Una pedagogía de lo cotidiano tiene que destacar la importancia de las conquistas del Estado de bienestar y las ventajas de la democracia representativa.

Combatir el mito de la democracia directa necesita respuestas arropadas por un relato igualmente épico

En los países desarrollados, esos éxitos aparecen con su valor amortizado, y los populismos los minimizan con eslóganes. La comunicación inmediata reduce la influencia de los intelectuales y de los análisis rigurosos. Esta sociedad se ha acostumbrado y se ha adaptado a los mantras populistas. Soluciones simples para problemas muy complejos. Y los tambores de la tecnología solo permiten un redoble instantáneo, con una demoledora fuerza de contagio. Ser conscientes de la amenaza que representa la democracia líquida es el primer estadio. Quedarse parado observando sería nuestra mayor debilidad.

*Artículo publicado en mEDium, anuario editado por Economía Digital

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