El plan de los hombres de Mas para forzar la ruptura: “mentiras fértiles”

Hombres de confianza de Artur Mas alentaron el plan para lograr la independencia con la utilización de “mentiras fértiles” que provocarían la reacción de Rajoy

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El movimiento independentista ha buscado en el último año una reacción “autoritaria” y “represiva” del Gobierno que pudiera facilitar la ruptura con el Estado y la proclamación de la independencia. Para ello no se dudó en utilizar “mentiras fértiles”, la puesta en marcha de las llamadas “estructuras de estado” en las que, en realidad, no se confiaba. Eran el instrumento, el anzuelo, para provocar una reacción del estado.

Esa estrategia se ha seguido en el último año, y la han explicado hombres del círculo de confianza de Artur Mas en distintas reuniones con profesionales liberales relacionados con fondos de inversión, con despachos de abogados y con el mundo financiero. Lo que pusieron sobre la mesa coincide con todo lo que ha ido implementando el Gobierno de Carles Puigdemont, y rompe la idea que defiende ahora el propio Puigdemont y sus consejeros que siguen en Bruselas, y también la de los dirigentes de Esquerra Republicana, que aseguran que no se sustentó la proclamación de la república catalana en la calle por el temor a que el Estado desatara una “violencia extrema” en palabras de Marta Rovira, la secretaria general de ERC.

Las «mentiras fértiles» se basaban en impulsar supuestas estructuras de estado para «provocar» al Gobierno

En esas reuniones, que se intensifican a partir de otoño de 2016 y que ha conocido Economía Digital, la estrategia es diáfana, y se apunta que las llamadas estructuras de estado –como la creación de una Hacienda catalana, o el impulso de la seguridad social catalana– son “mentiras fértiles”, teniendo en cuenta que el Estado no las aceptará. Se trata de una estrategia “útil y necesaria” para provocar al Estado a “comportarse de manera autoritaria”, con la mirada puesta en la opinión pública nacionalista e internacional y avivar, de esa manera, el conflicto político “en la calle”.

Es decir, ha sido el movimiento independentista el que ha instigado al Gobierno del Estado a actuar, buscando una reacción que llamara la atención de las instituciones europeas para lograr o una negociación, o la proclamación de la independencia si el conflicto tomaba un cariz extremadamente violento.

El independentismo quería aprovechar la debilidad económica de España y el desconcierto del Brexit

Hasta tal punto se había confiado en esa estrategia que los comentarios que se realizan en esas reuniones para establecer puntos de encuentro se centran en otras experiencias políticas. Con una escalada de tensión y represión por parte del Estado, que podría llegar, se dice, a la de “Erdogan en Turquía” –de hecho, muchos dirigentes soberanistas, como el propio Puigdemont, repiten a lo largo del último año que España tiene ya “los tics autoritarios” que se viven en Turquía– se podría llegar, no a una ruptura unilateral que pudiera tener éxito, pero sí a una ruptura negociada si se genera “un desorden político”.

También se aborda con esos interlocutores relacionados con el mundo financiero la posibilidad de que Cataluña no asuma la parte que le toca de la deuda pública del Reino de España. Con ello se forzaría al estado a una “salida negociada en vez de una ruptura unilateral”.

En esas tesis han estado algunos hombres de confianza de Artur Mas, como David Madí o Jordi Turull, aunque también otros asesores en el campo republicano, como Xavier Vendrell. El expresidente de la Generalitat, sin embargo, ha ido modulando su posición en los últimos meses, lejos de una posición maximalista con ciudadanos en las calles, y apostó por aconsejar a Puigdemont que convocara elecciones para evitar la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Pero no se desmarcó cuando se elaboraban esos planes.

El soberanismo se agarró a una posible vía Maidan, como en Ucrania, esperando la reacción del Estado

El movimiento soberanista sólo obtuvo un éxito, siguiendo esa estrategia trazada hace más de un año, defendida también por diferentes consejeros de la Generalitat que auguraban una especie de Maidan, (plaza de la independencia, en Kiev) con multitudes en la calle emulando la experiencia ciudadana en Ucrania. Fue el 1 de octubre, con las imágenes de las cargas policiales en los colegios electorales. Sin embargo, ahora es el único agarradero para seguir defendiendo esa estrategia basada en la supuesta represión violenta del Estado. De hecho, los dirigentes independentistas le han dado la vuelta a la situación, y Marta Rovira asegura que se ha generado un debate tras sus palabras y que ahora el estado no se atreverá a practicar esa supuesta violencia. 

Desde hace más de un año, los miembros del Govern de Puigdemont consideraron como muy probable esa vía, confiados en que se podía doblegar a España por la debilidad económica y política que atraviesa, y por la situación de confusión en Europa tras el Brexit. Era una oportunidad que se había generado y que se podía aprovechar.

Pero todo se basaba en esas “mentiras fértiles”, esas estructuras de estado que, en realidad, nunca se vieron posibles.

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