El despido de Cintora, la prueba más viral del cisma del PP… y de la dependencia de los medios

El control de los periódicos y televisiones enfrenta a Santamaría y De Cospedal, que luchan por la hegemonía del partido ante la hipotética caída de Rajoy

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La lucha de poder interno en el Partido Popular (PP) explica buena parte de los despidos más polémicos de periodistas durante los últimos tres años. No se les apeó de sus responsabilidades debido a una cuestión de currículum, sino estrictamente por ideología y por la dependencia financiera de las empresas afectadas.

Sin excepción, la Moncloa o Génova 13 han definido los cuadros directivos de periódicos y televisiones, incluso en aquellos medios que ocupan posiciones próximas a las tesis de la formación de Mariano Rajoy.

Aunque el cese fulminante del presentador de Cuatro Jesús Cintora ha sido el caso con mayor repercusión en los últimos meses (sólo equiparable al despido de Pedro J. Ramírez como director de El Mundo), esta misma semana Televisión Española (TVE) decidía, con discreción, prescindir de la corresponsal en Israel.

Escrutinio político

La oficina en Oriente Medio del ente público ha sido siempre objeto de escrutinio gubernamental, particularmente bajo mando del PP (en 2003, Ángela Rodicio fue desplazada con acusaciones de irregularidades económicas que un juez no aceptó).

Ahora, Yolanda Álvarez explica, a la sombra de la polémica Cintora, que «desde el PP había voces que pedían mi cese con los mismos argumentos insidiosos que la embajada israelí». La formación señalada por la cronista apenas ha disimulado.

Un diputado del PP, Agustín Conde, escribió en su cuenta de Twitter que «TVE por fin cesa a su corresponsal en Jerusalén, que parecía una activista de Hamas en contra de Israel». En el icónico Pirulí, sólo los compañeros cierran filas con la ex corresponsal.

El ala dura contra los moderados

En el seno del partido de Rajoy, el control de los medios, y el poder que se presupone a ese ejercicio, se lo disputan la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Nadie más, porque las facciones se agrupan bajo ambos lideratos: la derecha moderada, frente al ala dura, respectivamente. Desde que empezó la legislatura, la número dos del Ejecutivo ha llevado la delantera.

Su dedo se equivocó, sin embargo, señalando en 2012 a Julio Somoano como director de informativos de TVE y ese error ha distorsionado el control absoluto que ejercía. El pinchazo en audiencias en los telediarios lo aprovechó la facción más conservadora del PP –que lidera la secretaria general— para tomar el ente.

El nombramiento en octubre de un nuevo presidente y de otro responsable de informativos, José Antonio Álvarez Gundín, encarna la mayor victoria de De Cospedal en el terreno mediático. La purga de periodistas incómodos empezó con Oriol Nolis, los editores de nacional y economía y ha seguido hasta Álvarez.

Hoy Torrespaña se pliega sin disimulo a la voluntad de Génova 13, los periodistas incluso han abierto nuevas cuentas en las redes sociales para esquivar la censura, que llega a extremos desconocidos incluso en etapa de José María Aznar.

El resto de parcelas, cadenas privadas y periódicos de papel, sigue bajo estricto control de la Moncloa.

Ni el otrora poderoso El País ha resistido: el corresponsal político más crítico con el Gobierno, Carlos Cué, está hoy en Buenos Aires. «Te extrañaremos», le dijo la vicepresidenta en el último consejo de ministros.

Dependencia económica

Del envite político sólo han permanecido al margen los medios saneados desde un punto de vista financiero. El resto (El Mundo, La Vanguardia, ABC, La Razón y, por supuesto, El País) han hincado la rodilla con mayor o menor intensidad. Próximamente, lo hará El Periódico, que espera a la familia Lara –cercana al círculo de confianza de Santamaría— con los brazos abiertos.

La anemia de las respectivas cuentas de resultados es una realidad que el Gobierno ha aprovechado hasta extremos verdaderamente rebuscados.

La vicepresidenta medió, según diversas fuentes financieras, entre el grupo editor de El País, PRISA, y sus bancos acreedores para que aceptarán canjear la multimillonaria deuda (3.225 millones en 2014) por acciones. Pocas semanas después, caía el director del diario, Javier Moreno, y llegaba el actual. Es la mayor victoria.

Antonio Caño hace que Santamaría respire tranquila: «¿Cómo se puede tener opinión antes de las diez de la mañana?», llegó a decir para poner en evidencia a los tertulianos matinales.

El control de la vicepresidenta en El País parece absoluto. Los editoriales, encuestas e informaciones de la sección de política la señalan como sustituta de Rajoy mientras el rotativo carga con dureza contra el jefe del Ejecutivo. Hay asuntos más prosaicos que tampoco quedan al azar.

Por ejemplo, diversos periodistas históricos asignados a la Moncloa atribuyen a Santamaría que Caño ordenara la retirada de una fotografía de la hija del presidente del Congreso, Jesús Posada. Por lo visto, salía especialmente desfavorecida.

Ambición personal

En el trasfondo del control mediático late la ambición personal de dos políticas a quienes sus actuales responsabilidades les parecen escasas. Quieren el poder absoluto: la lucha entre Santamaría y De Cospedal, en realidad, supone la aceptación de la caída del propio Rajoy.

Sin embargo, la secretaria general pierde la batalla: PRISA, según los observadores, paga la mediación con los bancos de la vicepresidenta ejerciendo una línea editorial dócil y en la que ella tiene cada vez más protagonismo en detrimento del propio partido.

Sucede también en el resto de cabeceras donde los nuevos directores, como Casimiro García-Abadillo (El Mundo), apenas levantan la voz.

La dependencia de los medios tiene en la televisión otra expresión. Las cadenas ganan dinero pero necesitan una autorización para operar. El ministro de Industria, José Manuel Soria, pretendía compensar a la industria por la pérdida de negocio que ha supuesto la irrupción de la telefonía 4G.

¿Dónde están los colegios profesionales?

Santamaría, que siempre ha controlado los tempos legislativos, decidió posponer el concurso, a celebrarse esta primavera, hasta el próximo año. Cuentan los cenáculos capitalinos que llamó en persona al jefe de Mediaset, Paolo Vasile, para explicar la decisión. Al final de la conversación se deslizó un apellido: Cintora… Dos semanas después, Cuatro echaba al presentador.

Y mientras tanto, las asociaciones profesionales de periodistas –lideradas por Neus Bonet (Catalunya Ràdio) en Cataluña y Carmen del Riego (La Vanguardia) en Madrid— ni están ni se las espera.

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