El caos de Venezuela atrapa a cientos de empresarios gallegos

Los 43.000 gallegos residentes en Venezuela afrontan este año una inflación del 13.000% y una caída del PIB del hasta el 15%

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Venezuela vive tiempos convulsos. El país, cuyos vaivenes son fruto de las políticas emprendidas por Hugo Chávez y continuadas con más pena que gloria por su sucesor, Nicolás Maduro, ha roto relaciones diplomáticas con España tras la retirada de sus respectivos embajadores. En el país viven cerca de 44.000 gallegos, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, que cada vez tienen más difícil mantener a flote sus negocios.

La economía de Venezuela hace aguas. Sus cifras son escalofriantes, y las previsiones no son nada halagüeñas. El FMI anunciaba esta misma semana que en 2018 la actividad económica del país se desplomará alrededor de un 15% –este año el PIB cayó un 14%–, y la inflación se disparará hasta el 13.000%. Las fluctuaciones de precios están a la orden del día.

Con este panorama, los empresarios gallegos tienen muy complicada la pervivencia de sus empresas. Antonio Gómez, que regenta una librería y una ferretería, afirma que la economía está “totalmente destruida”. “Los precios cambian de un día para otro. Incluso puede darse el caso de que un producto valga 100.000 bolívares por la mañana y esa misma tarde ya cueste 130.000”.

La economía de Venezuela está totalmente destruída por la inflación y la falta de suministros

Él es uno de los empresarios atrapados en el caos. Su patrimonio, además de los negocios, está en el ladrillo, pero con los precios por los suelos y sin demanda alguna, le resulta imposible reunir capital para emprender el camino de vuelta a casa. En su entorno muchos están como él. “De mantenerse esta situación, en la que no hay existencias de ningún rubro –proveedores y mayoristas han sido de los primeros en cerrar, en tres meses no quedan empresarios, ni gallegos ni venezolanos, con negocios en marcha”.

La industria, en barbecho

José Santalla hizo las maletas de vuelta a España hace ahora 15 meses. Dejó a uno de sus hijos al cargo de su empresa y no es capaz de creer lo que le cuenta. “El sueldo mínimo del día, aún con la ayuda, no te alcanza ni para comprar un huevo”, relata.

Su compañía suministra cintas transportadoras a la industria cementera, a canteras, minas, azucareras y petroleras, y se encarga también del servicio técnico y del mantenimiento. El problema, apunta, es que la industria del país “está totalmente parada”. Eso provoca que el inventario que todavía tiene “no se puede vender, porque la gente no te lo puede pagar ni tú lo puedes reponer”.

“Al ritmo que vamos, a lo mejor mañana el dinero no da y la empresa tiene que cerrar”. Y es que en Venezuela se vive al día. Uno se levanta sin saber si al final del día bajarán la persiana por una temporada. No obstante, los empresarios gallegos mantienen la esperanza de que el panorama económico, y sobre todo político, dé un giro de 180 grados. Solo así podrán retomar la normalidad y abrir las puertas de su negocio con la tranquilidad de saber que a la mañana siguiente volverán a hacer lo mismo.

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