Candidatos bipolares para un debate inútil

Las tres horas de debate en la TVG dieron tiempo para que los siete candidatos a la Xunta combinaran momentos de zozobra con ráfagas de cierta lucidez

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Feijóo en el centro. A su izquierda, Gonzalo Caballero y Ana Pontón, por ese orden, y en los extremos, Beatriz Pino (Ciudadanos) y Ricardo Morado (Vox), el verdadero excéntrico del debate. Fueron tres horas de reloj, y la previsión inicial de la TVG marcaba un límite de dos. Eso lo dice todo para un debate embarrado por momentos, ininteligible a veces, que dio tiempo hasta para que los siete candidatos a la Xunta combinaran momentos de zozobra con ráfagas de cierta lucidez. Pura bipolaridad.

Lo que menos respeta la audiencia en televisión es que unas intervenciones se pisen a otras, que llegue un momento en que nadie entienda nada de lo que se dice. Sea en el programa de Ana Rosa Quintana o en el único debate electoral de las autonómicas gallegas. Y eso fue lo que sucedió en el encuentro de este lunes, con nada menos que siete candidatos y solo cuatro (PP, PSdeG, BNG y Podemos) con opciones reales de obtener representación en el Parlamento.

De menos a más, y al revés

De inicio, Núñez Feijóo se apuntó a ese principio que dice que, en momentos de mar revuelta por la crispación, quien más avanza es quien menos se mueve. No le resultó del todo bien la fórmula, algo espeso en la palabra el candidato de los populares. Frente a él, una Ana Pontón que marcó ritmo y arrancó con un nunca máis a la situación de las residencias de mayores durante la pandemia. «No hacer negocio con del derecho a una vejez digna» fue la consigna que repitió la líder nacionalista.

Al candidato popular no se le veía cómodo con la embestida por el Covid-19, frente al que se sumó raudo un Gonzalo Caballero que también se fue soltando según avanzaba la noche, y que fue el primero en arremeter contra la presencia de Vox en el plató. En eso sí se anticipó. «Los gallegos pueden ir a las verbenas pero los centros de día permanecen cerrados», insistía mientras tanto Pontón.

Irrumpen Gómez Reino y Pino

El tándem Caballero-Pontón parecía consolidarse en el primer tramo, pero hubo dos irrupciones sorpresa: la de Antón Gómez Reino, que con cierto aplomo atacaba desde el flanco más izquiero, y el de Beatriz Pino, otra sorpresa de la noche, que resituó rápidamente el debate en lo que, a su juicio, de verdad importa: los gallegos y sus preocupaciones diarias. Hasta de su tío Paco de Ponteareas habló la candidata de Ciudadanos, que se vino arriba con cierta comodidad, hasta el punto de romper en directo dos tickets del peaje de la Autopista del Atlántico, en un claro pero inconsistente mensaje de que con Ciudadanos en la Xunta eso de la concesión de la autopista se va a acabar. Cosa del pasado, llegó a decir.

El Feijóo dubitativo y hasta pastoso en el hablar del arranque dio paso según avanzaba la noche a otro bien distinto, sobre un terreno deseado por el candidato popular. El todos contra Feijóo. Bastó con que rompiera el hielo el candiadto de Vox, virtuoso de la contradicción al punto de arremeter contra el Feijóo nacionalista, por un lado, y el plegado y agradecido al Gobierno central durante la crisis del Covid, de otro. Pero todo a la vez. El error fue aprovechado para buscar la centralidad tan ansiada por parte del candidato popular.

Experiencia versus experimentos

Frente al «Feijóo es letal para los servicios públicos» que entonó Gonzalo Caballero y al que se apuntó Gómez Reino, el candidato popular volvía a ver el camino abierto: «Imagínense todos estos, que cada uno quiere ser presidente», espetó el de Os Peares. Feijóo blandió «experiencia frente a los experimentos». Caballero se apuntó rápido a un eventual tripartito, con Pontón y Gómez Reino, opción definida por Feijóo como «un tridente de partidos». El candidato de Podemos sacaba una y otra vez el comodín de la corrupción, sin éxito.

El debate fue tan largo, tan inconsistente a veces a la hora de cruzar datos incorrectos y descalificaciones, que los candidatos tuvieron tiempo hasta de venirse arriba y abajo según corrían los minutos. Otra vez la bipolaridad. Fue entonces cuando Ana Pontón, sorprendida, llegó a pasar palabra en uno de los lances, sin agotar (o ahorrando) sus minutos, quién sabe. También lo aprovechó el candidato de Vox en un arranque de habilidad, cuando invitó a sus rivales en varias ocasiones a que se retratasen y condenasen la violencia que han sufrido en los últimos días sus compañeros de partido. Por dos veces lo intentó.

La incógnita Caballero

Y frente a ese trastorno ciclotímico en el que parecían caer los candidatos por momentos, una voz, a modo de martillo, la de un Pancho Casal con pocas tablas, pero con una convicción y llaneza similares a las de Beatriz Pino. Todo extremos, pero centrados en el mensaje, muy de andar por casa, de la calle, pero efectivo. Ambos salieron reforzados de un debate en el que Núñez Feijóo era quién más tenía que perder y, sin moverse en exceso, salió aparentemente indemne. Frente a él, la incógnita Caballero, su teórico rival a la presidencia de la Xunta, sigue sin despejarse.

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