La triple amenaza (silenciosa) para el monte gallego

La estructura de la propiedad, el proceso de abandono y el envejecimiento de la población emergen como un cóctel explosivo que propicia la actividad incendiaria

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Más allá del oportunismo del momento y de los tópicos que rodean al monte, la silenciosa mutación del rural gallego emerge como una de las razones que explican la proliferación de incendios como los registrados el domingo negro. Y las zonas periurbanas, como en los sucesos del área metropolitana de Vigo, están precisamente condicionadas por dos de las principales amenazas, en este caso silenciosas y casi imperceptibles en el tiempo. De un lado, el abandono de la actividad y, de otro, la conversión, por omisión más que por acción, de las zonas agrícolas en forestales.

Un estudio del Foro Económico de Galicia, presentado hace dos años, cobra trascendental vigencia esta semana y explica la triple amenaza para el monte gallego:  la estructura de la propiedad, el proceso de abandono y el envejecimiento de la población.

Un cambio social

«La emigración de la población, el declive y desaparición de la mayoría de las explotaciones, el escaso interés agrario y la jubilación o muerte de sus propietarios, provocaron un cambio social de enorme alcance en el campo gallego, donde hoy en día numerosas comarcas están a punto de quedar prácticamente despobladas o con un grado de envejecimiento alarmante». Así  describe Juan Picos, que firma el informe del Foro Económico, el sustrato sobre el que se asienta uno de los principales problemas del monte gallego.

«Ha surgido una generación de nuevos propietarios forestales, naturalmente absentistas, por su residencia alejada de sus propiedades, por su desconocimiento de las mismas y por su falta de experiencia como productores en medio rural».  Y eso sin contar con el abandono de la actividad, que para el autor del informe nada tiene que ver con el abandono de tierras.

Abandono de la actividad

«Las parcelas forestales normalmente no se clasifican estrictamente como abandonadas», dice Juan Picos, «porque el crecimiento de la vegetación espontánea (o incluso la plantada con anterioridad al abandono) y los largos ciclos de producción, enmascaran el proceso». Así, cuando, finalmente, se evidencia el abandono efectivo, muchas superficies podrían llevar ya décadas sin ser gestionadas o aprovechadas. 

La periferia urbana

«El incremento de la superficie forestal abandonada», relata, «además de las obvias consecuencias desde el punto de vista productivo, incrementa el riesgo de mayores y más graves incendios, sobre todo en las áreas de interfaz urbano-forestal», como el caso de Vigo y Nigrán, epicentro de los incendios del domingo.

A juicio del informe del Foro Económico, es importante destacar que «uno de los daños más persistentes del fuego es el desánimo del inversor forestal, del pequeño silvicultor y de los comuneros, y, en las áreas donde los incendios se convirtieron en endémicos, llega a ser la principal causa de abandono en el del monte». «Los desastres como vendavales o incendios de gran escala», explica Picos, «provocan un exceso de oferta en el corto plazo y un déficit en medio plazo motivado por la reducción de las cortas o el abandono de los productores».

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