Rosalía Mera: el primer gerente dura cuatro meses (y II)

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La sede de la Fundación Paideia se traslada en 1995 a su actual ubicación, con la restauración de un edificio de cuatro plantas en el número 17 de la Plaza de María Pita proyectada por el arquitecto Carlos Fernández-Gago Varda, al que en el 2003 se añadiría la finca colindante, mirando al ayuntamiento, con vistas al puerto coruñés desde la otra cara, codo con codo con la residencia de Carmela Arias, viuda de Pedro Barrié de la Maza, Condesa de Fenosa y presidenta del Banco Pastor. «Yo no soy como la condesa, siempre de negro y con rosario en la mano«, bromeaba Rosalía cuando le comentaban la proximidad física de dos grandes fortunas y de dos benefactoras. Muy cerca y demasiado lejos. A Rosalía le gustaba vestir elegantemente distinto, pateaba cada rincón de la ciudad siguiendo la sabia dieta de «menos plato y más zapato» y era más de cantar en los garitos que en las capillas.

Paideia empieza a cobrar una pequeña dimensión y Rosalía comenta en su círculo de intelectuales que busca un director-gerente para darle un impulso. El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad da Coruña llama poco antes del verano de 1997 a Aureliano García González-Llanos para preguntarle si le puede dar su número. Piensa que es la persona idónea para el puesto, a pesar de que le pueda quedar apretado si se compara con el tamaño su trayectoria profesional. Ha pasado por la Oficina del Portavoz del Gobierno, por el Ministerio de Transportes, ha sido director de gestión de un trasatlántico como el Hospital Universitario de A Coruña y en ese momento es gerente en la Universidad de Santiago de Compostela: «Le dije que sí porque el rector Darío Villanueva estaba terminando el mandato, a mí no me apetecía repetir y un día me llamó Rosalía». El primer encuentro se produce en la cafetería Noray, al lado de la Fundación. «Estuvimos charlando y me preguntó cómo lo veía. Contesté ‘depende’. Le expliqué el compromiso con el rector y que no podría incorporarme hasta el año siguiente porque no me gusta dejar a nadie colgado». Rosalía volvió a telefonearle un par de ocasiones y le ofreció incorporarse como miembro del patronato para ir tomando contacto de cara al futuro desembarco. «Es algo curioso. Estuve más tiempo en el patronato que trabajando en Paideia», reflexiona. Asiste a varias reuniones, a las que también acuden José María Castellano, por aquel entonces consejero delegado de Inditex, o Antonio Abril, secretario general del consejo de administración del grupo textil. En el patronato también está Amancio Ortega, pero no asiste a las convocatorias, como el filósofo Fernando Savater y otros miembros. «Eran unas reuniones muy cortitas en las que se aprobaban las cuentas o se abordaban los proyectos para la concesión del premio Marcos Ortega Mera».

El retraso en la incorporación impacienta a Rosalía, «que era una mujer bastante insistente» y aumenta la presión sobre la persona que ha elegido para el puesto: «Mi secretaria bromeaba diciéndome que parecía que me había salido una novia nueva». Darío Villanueva revalida el cargo de rector en la Universidad de Santiago y le ofrece a su gerente que continúe, pero éste rechaza la propuesta para incorporarse a la nave de Paideia. Abandona una institución centenaria y con un tamaño que exige mucha pericia para mantener los números erguidos por una fundación que cuenta con Antear como proyecto estrella, desarrolla un curso de prevención de riesgos laborales tan de moda en esas fechas en colaboración con la Universidad, ha puesto en marcha un servicio de asesoramiento jurídico y social que aborda la problemática de la discapacidad en conflictos como herencias o pensiones y comienza con las primera actuaciones en municipios rurales. La financiación procede de una aportación de 300.000 euros de Inditex, pequeñas subvenciones públicas y el capital social ronda los 12.000 euros. Rosalía Mera en aquel momento era muy rica, con un capital que rondaba los seis millones de euros, pero no se convertiría en riquísima hasta que la empresa que ayudó a fundar pisó el parqué madrileño el 23 de mayo de 2001. Durante los 10 meses que Aureliano García es miembro del patronato fijan las líneas de actuación. Había que sentar las bases de relanzamiento de una institución, con vocación de trabajar en lo social conforme a sus fines fundacionales, seguir creciendo, entrar en proyectos europeos y modernizar su presencia y gestión adaptándose a las nuevas tecnologías.

El gerente se incorpora a su nueva tarea el 1 de septiembre 1998 y el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, recoge sus cosas en Paideia por despido. «Cuando llegué me di cuenta de que desde el punto de vista organizativo no había tenido a alguien con criterio empresarial y eso que la gente que trabajaba allí se esforzaba mucho. Le propuse hacer un plan estratégico para definir qué quería ser la fundación y poner orden en la parte administrativa. Hice una propuesta, entre las que estaban los proyectos europeos para obtener financiación, y me alegra que sea de las cosas que han salido adelante y sean bastante activos», comenta. El tiempo le ha sacudido el desencanto y acentuado la perplejidad por la situación vivida: «El trato cambió desde el primer día. Pasó del qué maravilla a ‘ahí tienes tu mesa, pide hora para que te reciba’ y no lo comprendía».

La relación fue cambiando de tibia a fría y acabó helándose tras conceder una entrevista en La Voz de Galicia el 29 de noviembre con el gancho de haber dejado la universidad para fichar por Paideia. «Cada nueva experiencia es apasionante», decía en el titular, que acabaría sonando a inocentada. «A Rosalía le pareció muy mal que no se lo hubiese consultado ni le hubiese pedido permiso para que Xurxo Lobato me hiciese la fotografía en la Fundación Paideia. En plan castigo, hizo que compartiese despacho con otra persona, esgrimiendo que iba a acometer unas obras de reforma y me di cuenta de que ya no había remedio». Un mes después recibió una carta de la presidenta comunicándole el despido. Se amparaba en que no llevaba los cuatro meses del período de prueba, como si hubiese contratado a un becario. A vuelta de correo le llegó otra misiva incendiaria, exponiendo el despedido su punto de vista. Rosalía ya la había recibido cuando acudió a los dos días a firmar el finiquito. Se la encontró en la puerta de su despacho con un cheque en la mano. «Tenía previsto darte 3.000 euros, pero la cartita, la cartita’, dijo. Rompió el cheque y lo tiró al suelo. Fue la carta de las que he escrito que me ha salido más cara, aunque la entrevista tampoco me salió gratis», bromea ahora con una situación que en su momento no le hizo ni un gramo de gracia. «Rosalía estaba acostumbrada a hacer y deshacer a su antojo. Quizá fuese incapaz de delegar y yo estaba habituado a gestionar por delegación. A mí no me resultó fácil trabajar con ella, aunque quizá yo tampoco sea una persona fácil», razona Aureliano García.

Pancho Álvarez Fontenla era la persona a la que Rosalía fiaba toda su confianza y recuerda a la perfección el breve paso del gerente: «Pienso que fueron dos visiones distintas del trabajo y el objetivo de la fundación. Aureliano le quería dar un aire, digamos, de empresa privada, multinacional, globalizada, que hoy funciona en este país. Este proyecto chocó en la comisión directiva y no fue para adelante». También se diría que él tampoco acabó demasiado bien con Rosalía tras más de una quincena de años de estrecha colaboración y ser la piedra angular en los inicios de los programas de inserción laboral. «Terminar bien supongo que sí, aunque para algunos fue una ruptura que parecía que no. Yo dejé de trabajar en Paideia cuando vi que no tenía una función que hacer. Para estar así es mejor dejarlo. Le dije que me iba y punto. Seguimos siendo amigos, de vernos por ahí, tomar un café y punto». Su situación era distinta, ya que al depender económicamente de su plaza de profesor de la Universidad y no de la institución gozaba de libertad de actuación: «Pasaba mis horas, pero que había que hacer algo, pues ya se hará mañana. Con el resto hubo de todo, gente que aún continúa y otros que duraron poco tiempo».

 

* El periodista Xabier R. Blanco es autor del libro Rosalía Mera, el hilo suelto (La Esfera de los Libros), del que Economía Digital publica este extracto

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