Rex Numitor, parada y fonda junto a la alcazaba

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Después de visitar los restos de la villa romana de Mérida, donde te certifican que Máximo Décimo Meridio, el Hispano, nunca vivió en Emérita Augusta –que fue un invento de Ridley Scott–, el camino lógico del turista es dirigirse a la zona donde se ubicó la ciudad árabe.

Si el desilusionado viajero sobrevive al ejército de espontáneos que le asaltan por el camino blandiendo menús típicos, al final del trayecto dará con la alcazaba árabe, en cuyos aledaños se aloja la presidencia de la Junta de Extremadura, y el puente que los romanos construyeron sobre el Guadiana.

Justo al lado de ambos monumentos y bajo el aparthotel del mismo nombre se encuentra Rex Numitor, un restaurante de corte moderno dedicado a la memoria del abuelo de los fundadores de Roma.

Cristaleras serigrafiadas, sillas altas, lámparas de diseño, todo muy actual, con un cierto aire elegante. Detrás de la barra una enorme reproducción del puente; y de Rómulo y Remo, claro. Todos los motivos que complementan el mobiliario están dedicados a la época romana de la ciudad.

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Como había sido distinguido por la guía Michelin de 2014, lo seleccionamos para nuestro paso por la capital de Extremadura. Fuimos los primeros en entrar, y luego llegaron dos mesas más. En todas las comidas de esos días extremeños de mediados de marzo vimos el mismo panorama: ningún restaurante superó en 20% de su capacidad, aunque en los bares de tapeo el llenazo era habitual.

Una buena caña Clásica Mahou para empezar mientras repasábamos la carta, muy centrada en productos de la tierra como materia prima y evolucionada en lo que se refiere a las elaboraciones. Cerdo ibérico, vacuno retinto y caza. Quesos del Casar y de la Serena. Una larga propuesta de entrantes y de carnes, y apenas tres pescados.

Nos decidimos por un par de raciones de ibéricos: jamón y morcón de presa, buenos los dos, aunque el segundo era mejor. Luego, mi acompañante pidió el bloque de foie, que lo sirvieron con queso de cabra en rulo y membrillo con pistachos, y que resultó agradable.

Yo opté por el solomillo de venado con salsa de ciruelas, pero nada más ver el plato llegando desde la cocina, ya me arrepentí. Demasiado desafío para un estómago trabajado como el mío, en plena excursión gastronómica. Efectivamente, pese a que estaba bueno no pude con él.

Eso sí, como andaba de vacaciones, tomé postre: un biscuit hecho en base a los famosos higos de Almoharin que estaba, más que correcto, exquisito; y que, por supuesto, acabé. Al otro lado de la mesa dieron cuenta de un coulant de chocolate también a satisfacción.

Tomamos un café excelente, el Barco, de procedencia portuguesa. Y después un chupito cortesía de la casa de licor de bellota. Pagamos 65 euros en total, lo que no me pareció caro teniendo en cuenta no sólo la calidad de lo que habíamos comido, sino la del servicio.

http://galicia.economiadigital.es/uploads/s1/53/87/91/2015%2F06%2Fdirectivos-formacion-46977.jpg?t=1428603652La jefa de sala demostró oficio cuando le dijimos que nos apetecía un vino blanco y que nos gustaría que fuera extremeño (VTE). Nos trajo un verdejo joven y modesto, de 13º, de Ruiz Torres que estaba rico y que aún no figuraba en la carta.

Nos cobró 10,70 euros frente a los 4,75 que marca la bodega. Le agradecí la elección porque estoy convencida de que ese vino vale bastante más de lo que cuesta. 

La amplia carta de vinos está dedicada en más de un 50% a los productos de Extremadura, y también incluye casi todas las denominaciones de origen españolas. Rex Numitor está el extremo opuesto del Corral del Rey, de Trujillo, en lo tocante al vino. Tiene mucho cuidado con lo que carga el precio de las botellas.

Por ejemplo, el número 9 de Habla del Silencio –una bodega en pleno despegue, de Trujillo, precisamente– aparece a 33,60 euros, cuando en la tienda se paga a 21,50. Otro: Viña Puebla Esenzia crianza está en la carta a 23,80 y en la bodega a 16,20. Es una forma inteligente de promocionar los vinos del país.

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