Patria, la denuncia del ‘totalismo’ vasco que se asoma en Cataluña

Fernando Aramburu relata en 642 páginas la historia reciente del País Vasco, con una apuesta clara por las víctimas de los terroristas de ETA y con un combate contra los relatos nacionalistas

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

El relato. Los expertos, como el historiador José Antonio Pérez –que impulsa un gran estudio en el País Vasco—señalan que los nacionalistas han preparado durante años su propio relato, y que, sin explicar la realidad, y exponerla con claridad, acabarán convenciendo a las nuevas generaciones. Es un peligro. Es lo que Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) no ha querido que suceda. Aunque el escritor se ha sentido desbordado en los últimos meses por su éxito sin querer ser un referente de nada, lo cierto es que Patria (Tusquets, 2016) se ha convertido en el mejor instrumento para denunciar el «totalismo» vasco, el relato de los terroristas de ETA que acabó siendo asumido y defendido por una importante parte de la sociedad vasca, que se lo creyó, lo interiorizó y estableció dos bandos, una guerra que no existió en ningún momento, en la que se repartían por igual las responsabilidades.

La novela de Patria sobrecoge, incluso a aquellos que llevan años reflexionando y leyendo sobre el fenómeno de ETA. Lo hizo en un primer libro revelador Gregorio Morán, con aquel Euskadi (1937-1981), que reeditó Planeta en 2003 con el título de Los españoles que dejaron de serlo. Recogía Morán entrevistas con los primeros militantes de la banda terrorista, y constaba los orígenes humildes de la mayoría de ellos, procedentes de localidades pequeñas, con grandes dificultades económicas.

Aramburu, que desde 1985 reside en Alemania, refleja esa misma característica, a través de dos familias de un pueblo próximo a San Sebastián, y que por las características que se narran, podría ser Hernani. Se trata de Bittori y Miren, dos amigas íntimas, y de sus dos maridos, el Txato y Joxian. De potes en los bares, ciclismo los domingos, los dos hombres del mismo pueblo eran inseparables. Pero el Txato es emprendedor, animoso, ambicioso, y acaba poniendo en pie una empresa de transportes. Joxian sigue en la fundición de aluminio en el pueblo, modesto, callado. Son los años ochenta.

Opresión

Y en el pueblo el ambiente es opresivo. La taberna, que regenta Patxi, –con una enorme responsabilidad en inculcar consignas a los jóvenes– es el núcleo de operaciones de los abertzales. El cura, Serapio, también contribuye, es «el estado español» el que oprime al pueblo vasco, y la lucha, los atentados, están justificados, porque o ellos o nosotros.

Ese es el mensaje omnipresente, con tintes racistas, sin complejos, hacia todo aquello que no sea vasco, aunque se sitúe cerca, sea Salamanca, o La Rioja, o Zaragoza. No digamos sobre Andalucía, donde acabará en una prisión el hijo de Joxian y Miren, Joxe Mari, con delitos de sangre.

La novela, larga, con 642 páginas trufadas de diálogos y de reflexiones de todos los personajes, sin un narrador concreto, insiste en que es ese mundo, el que imperó en muchas localidades vascas, no en las grandes ciudades, el que amparó y propició que la lucha armada se mantuviera durante tantos años. Cuando alguien osaba discrepar, dudar, era ninguneado, o bien directamente acusado de ser un enemigo.

Aramburu no esconde las torturas en los cuarteles de la Guardia Civil, no se olvida de Intxaurrondo, no omite todos los excesos en las cárceles, ni deja de lado las penurias de los jóvenes radicales vascos en su militancia en ETA, obligados a vivir –por su elección, eso sí—a salto de mata. Pero incide en la sinrazón del nacionalismo que defiende «su patria», cuando lo que practica es un totalismo bajo el cual es imposible respirar. Y es que las dos familias amigas acaban enfrentadas, llenas de resentimiento.

Totalismo, contra el individuo

Es lo que denuncia también el filósofo y escritor Miquel Porta Perales, con Totalismo, la obra editada por ED Libros, en la que señala cómo el soberanismo catalán ha querido entrar en todas las esferas sociales para buscar réditos políticos. La última muestra es la decisión de las entidades soberanistas de celebrar la cabalgata de Reyes en Vic con farolillos con la estelada, o actos musicales con niños con la omnipresencia de las esteladas (banderas independentistas).

Aunque el contexto sea muy diferente, lo que trasciende es esa voluntad de amilanar la autonomía personal, de imponer lo que defiende el grupo, el entorno social, las fuerzas vivas en una determinada localidad. Y eso lo intenta el nacionalismo, en el País Vasco y en Cataluña, por encima de la idea de ciudadanía, como ha defendido el filósofo Fernando Savater, que los nacionalistas vascos y catalanes traducen de forma automática en «nacionalismo español».

Aramburu deja claro que no existe ese nacionalismo español en el caso de las víctimas que se asoman en su novela. El Txato es vasco, habla euskera, se comporta bajo los cánones establecidos, con sus potes, y su bicicleta siempre dispuesta, y con sus reuniones gastronómicas, y la huerta que todos los vascos tienen o aspiran a tener, pero acaba siendo un objetivo de ETA, una víctima del terrorismo.

Sangre para nada

El escritor refleja también el mundo interior de Joxe Mari, y sus reflexiones finales en la cárcel enlazan con los debates internos de la banda para acogerse a los ofrecimientos de arrepentimiento tras el anuncio de ETA del fin de la lucha armada. Joxe Mari reflexiona y piensa si todo no ha sido una gran farsa, en la que él perdió toda su juventud, mientras su hermano, Gorka, ha sabido aportar mucho más a la sociedad vasca como escritor de libros para niños en euskera, y su hermana Arantxa –»que se casó con un españolazo de Salamanca»—acaba en una silla de ruedas tras sufrir un ictus, pero mantiene toda la cordura y la libertad de pensamiento, crítica con el nacionalismo.

Y se derrumba, tras expresar que, como buen jugador de balonmano, su gran sueño era jugar en el FC. Barcelona de balonmano. «¿Y cuál era esa verdad? Cuál va a ser. Pues que había hecho daño y había matado. ¿Para qué? Y la respuesta le llenaba de amargura: para nada. Después de tanta sangre, ni socialismo, ni independencia, ni pollas en vinagre. Abrigaba la firme convicción de haber sido víctima de una estafa», escribe el narrador de Patria sobre Joxe Mari.

El individuo y el ‘nosotros’

Ese es el problema ahora para los abertzales en el País Vasco. Si fracasan en su relato, habrán comprobado que todo el sufrimiento inyectado en el conjunto de la sociedad vasca y española no ha servido para nada.

Pero para que eso suceda, para que quede claro que hay una verdad, y no muchas verdades e interpretaciones, es necesario leer libros como Patria, para que tampoco se instalen esos ‘totalismos’ en otros lugares, los que se asoman ahora en Cataluña, como ha reflejado también la escritora Nuria Amat en El Sanatorio, con la idea de que sean los intelectuales ‘nobles’, como Aramburu, los que se impliquen para que gane la ‘ciudadanía’, el individuo, por encima de la opresión del grupo, del ‘nosotros’.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp