Muere Manoel de Oliveira, la última voz que llegó del cine mudo

El cineasta portugués fallece en su casa de Oporto a los 106 años, dejando un legado de películas y reflexiones transversal a la historia del cine moderno

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No había comenzado a hablar el cine y Manoel de Oliveira ya estaba haciendo películas. En 1931 filmó Douro, faina fluvial, un cortometraje mudo de montaje rápido que hizo recordar a los críticos la sinfonía de Berlín rodada por Walter Ruttman cuatro años antes. Pasaron más de 80 años, y aquel cineasta que pasó parte de su infancia en A Guarda y contempló tras la cámara toda la historia del cine sonoro, falleció en Oporto.

Deja un legado de más de 60 películas, con un ritmo de producción frenético, sobre todo a partir de los años 90. Hasta su último film, O velho do restelo, proyectada en 2014, Oliveira no fue un cineasta viejo, pero fue el cineasta de la ‘quietud’ en centenares de críticas. En algún momento decidió que los planos debían estar fijos y que era el interior del cuadro lo que debía moverse. Aquella decisión dio lugar a secuencias eternas con la cámara inmóvil y se convirtió en uno de los rasgos estilísticos con los que siempre se identificaría al director. Un ejercicio de síntesis para un cineasta tan longevo como prolífico.

«Desde el punto de vista cinematográfico, el movimiento no tiene sentido en sí mismo. El gesto sí, el movimiento, no, es sólo una distracción, pero esta idea abstracta ha quedado como algo específico del cine. Para mí el cine es una expresión de la vida, y, por tanto, la que mejor alude al lado vital en el arte», dijo en una entrevista con Pere Gimferrer.

Oliveira insistió mucho en la idea de separar el artista del arte, entendiendo lo segundo como una entidad superior. En una conversación con Jean-Luc Godard que recoge Alain Bergala en el libro Godard par Godard explicaba que sus películas «nunca están terminadas hasta que son mostradas». «Un buen crítico, inteligente, atento, sensible, es el representante de los espectadores. Él completará la película que, en mi opinión, no está terminada cuando yo la termino. Esa dinámica entre el espectador y la pantalla es esencial, es parte de la película. Yo digo, el espectador no es el público. El público es algo abstracto, el espectador es personal». 

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