La nueva vida de Carlos Ocaña

El ex secretario de Estado de Hacienda tiene otra cara desde que dirige Funcas

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Hay un gimnasio de Madrid al que el ex secretario de Estado de Hacienda Carlos Ocaña acude de forma habitual. Allí demuestra que es un gran deportista, realizando al menos una hora de carrera a buen ritmo más ejercicios en las máquinas. 

Desde que comenzó el ataque a la deuda española, a Ocaña se le veía mucho menos en el centro deportivo. Sus apariciones eran esporádicas y a horas muy tardías. No era extraño verle a partir de las ocho de la tarde, siempre con dos periódicos (normalmente Financial Times y El País) bajo el brazo. Eran días duros para la estabilidad de la economía y Ocaña tenía una gran responsabilidad. 

Ahora, la vida ha cambiado para Ocaña, que logró finalmente lo que hacía tiempo que deseaba: dejar el Gobierno. El premio a su fidelidad no fue poco: rápidamente se le encontró acomodo como director general de la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas).

Desde que ostenta este cargo, al que accedió a principios de septiembre, el ex secretario de Estado acude mucho antes al gimnasio, que pertenece a un hotel, y le dedica más tiempo. Ahora se ha convertido en uno de los fijos, los que casi nunca fallan a su cita diaria. El economista madrileño tiene fama de hombre afable, aunque en el centro deportivo apenas se relaciona con el resto de personas. Prefiere aislarse, escuchar música y correr. No hace ruido y pasa con discreción.

En realidad no son muchos los que pueden identificar su cara. Entre los que acuden al gimnasio, algunos conocen a su ilustre compañero y otros no. Tal vez sea mejor así, pues podría causar cierta polémica que todo el mundo supiera que en la máquina de al lado está uno de los responsables de, por ejemplo, las subidas de impuestos de los últimos años.

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