Internet, para lo bueno y para lo malo en la venta de casas

Tras desaparecer con la crisis el 70% de las inmobiliarias, muchos profesionales vuelven a abrir locales tras vender pisos por su cuenta a partir de anuncios en la red

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Como en tantos otros sectores –casi todos– Internet llegó para quedarse. En la venta de viviendas, también. Para lo bueno y para lo malo. «Bueno, como medio para darnos publicidad, pero desgraciadamente da pie para cubrir el gran intrusismo que existe», explica Óscar Martínez, presidente de la Asociación Profesional de Expertos Inmobiliarios (AEPI).

«Nosotros estamos financiando los portales por esos 800 o 1.000 euros mensuales que pagamos por anunciar nuestras ofertas en cada portal. Lo que no pagan los del móvil o los particulares, lo pagamos nosotros», se lamenta el presidente de la AEPI.

Portales

Esos portales, como Idealista o Fotocasa, a los que hace referencia Martínez, convertidos, gracias a la red, en la alternativa a los tradicionales anuncios clasificados de los diarios impresos.

Millones de anuncios al alcance de un clic, tanto para particulares como para inmobiliarias. Idealista no cobra el primer anuncio a los particulares, pero sí, desde el principio, a los profesionales. Precios ajustados en función del nivel de servicios, tamaño de la cartera y zona de publicación, desde 35 euros al mes.

Fotocasa, por su parte, cobra a todos. Por publicar un anuncio 6 euros, casi 15 con el distintivo «por debajo de precio medio», sube a 25 euros si el anuncio se destaca sobre el resto, y supera los 36 euros si se acompaña de un plano. Todos los servicios juntos del anuncio, el ‘pack oportunidad’, sale por 60 euros.

Auténtica escabechina

A pesar de que la crisis dejó fuera del mercado a muchos vendedores, y solo quedaron los más profesionales tras esa escabechina que, entre 2006 y 2014, se llevó por delante al 70% de las agencias inmobiliarias, el mercado de la intermediación inmobiliaria sigue sin estar suficientemente regulado.

Solo Cataluña fue capaz de sacar adelante una ley de vivienda con cierto control sobre lo que se vende y quién lo vende, pero como suele ocurrir, también en este caso, solo con la ley no basta. «Al final, si no pones recursos suficientes para perseguir las prácticas irregulares, la ley por sí sola no sirve», se queja Martínez.

Autocrítica

Los profesionales también hacen autocrítica. Entienden que, una vez depurado el sector, hubiera sido un momento adecuado para cambiar definitivamente las cosas y que dejáramos de ser una simple «tienda de pisos», apunta el presidente de la AEPI.

No pudo ser. El excesivo individualismo existente entre los profesionales impide que cualquier iniciativa pueda aunar los suficientes como para hacer que las administraciones tomen cartas en el asunto. «Somos un mercado muy dejado. Políticamente no interesamos a nadie y, además, no damos guerra», explica Martínez.

Vuelven a abrir inmobiliarias

Ahora, con la recuperación económica, algunos de esos agentes inmobiliarios que se quedaron en el paro, y que han ido tirando, dentro de la economía sumergida, de móvil y de anuncios para seguir activos, han vuelto a abrir locales para atender a los clientes. Una tendencia al alza desde el pasado verano, coincidente con la recuperación que se atisba.

No obstante, algunos de los profesionales, como es el caso de Martínez, ya 2014 fue una año fenomenal a nivel de ingresos. Similares incluso a los de antes de la burbuja, gracias a la entrada como clientes de las entidades financieras con una oferta muy abundante.

Los pisos de los bancos, un chollo

Aunque, en general, las comisiones que pagan los bancos están por debajo de ese promedio del 3% que se cobra por venta realizada, las inmobiliarias están como locas por trabajar con las entidades financieras porque ofrecen muchas viviendas que se venden solas por las grandes rebajas que, en muchos casos, se dan.

Por eso, si la comisión no supera el 1,5% ni se lo piensan. Mejor aplicar ese porcentaje a veinte viviendas vendidas a un precio mínimo, que empeñarse en cobrar el 3% y solo vender cuatro o cinco pisos en el mismo tiempo. Las cuentas están claras, aunque ahora, «para ganar lo de antes hay que vender el doble», concluye Martínez.

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