Salvar al soldado Sánchez

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Empieza a oirse con demasiada insistencia que Pedro Sánchez no da la talla, que le falta «grosor». En definitiva, que no es probable que gane las próximas elecciones.

Me gustaría –si es posible en política– invitarles a un análisis de coste-beneficio. Intentar ver qué podría pasar si el secretario general del PSOE no gana las elecciones. Qué costes se derivarían para España, y también para Cataluña, de que no gane, o que llegue muy debilitado a la cita electoral, y qué beneficios se podrían obtener para el país en su conjunto, si ganara.

En el mapa político algunas evidencias saltan a la vista. Por un lado las encuestas no le son favorables, con el fenómeno Podemos que le muerde votos del cabreo, pero también progresistas. Por otro, no parece que su elección como secretario general le haya convertido en un líder indiscutido; al contrario, junto a su aparente «liderazgo suave» cada día con más frecuencia van apareciendo en el partido voces críticas, empezando, si se atiende a la prensa, por la presidenta de la Junta de Andalucía.

Cuesta imaginar un paisaje político sin un partido socialista con influencia

Es sabido que cualquier partido es muy difícil de gestionar. El mismo tipo de organización lleva a las disputas internas, ahora mucho más que antes, con los militantes situados en la «lista de salida», como un modus vivendi similar a cualquier otro empleo. Es una generalización, evidentemente hay todavía núcleos que se dedican a la política honestamente, por vocación, pero ya no son mayoritarios.

El socialista es un partido al que las encuestas les conceden menos poder. Lo que significa menos presupuesto, y menos sueldos a cargo del erario, y, me imagino, menos financiación.

En estas circunstancias la «lucha a codazos» es intensa. Pero es que además el partido tiene que conectar con la sociedad que sufre la crisis, darle esperanzas y soluciones. Particularmente después de la lamentable —Ana Pastor lo llama broma– gestión que hizo el anterior presidente del gobierno. Una tarea muy complicada.

Pero formulemos una hipótesis. Imaginemos que Sánchez va consiguiendo, con un poco de tiempo, por convicción, o porque su desaparición puede ser también la de su propio partido, disciplinar la organización y hacerse con un discurso creíble.

Sánchez, con la inestimable ayuda de Miquel Iceta, ha conseguido armar una «idea federalista» de España. Unos la llaman tercera vía. Es, o parece, el único camino por el que transitar para reformular la convivencia entre los españoles. Que no es poco. El socialista es el único grupo político que se ha esforzado en conseguir una propuesta de futuro que los soberanistas catalanes no deberían menospreciar porque, más allá del Ebro, no van a encontrar nada mejor; ni en Mariano Rajoy ni en Susana Díaz.

En segundo lugar, el discurso económico, salvo en algunos aspectos, es equilibrado y moderno si se analiza con neutralidad. Tiene dosis suficientes de reformas desde la izquierda pero con la sensatez y la experiencia de haber gobernado, sin demagogias.Y conecta con la socialdemocracia europea.

El PSOE debería responder a las clases medias con nuevas políticas, con regeneración… ¿También con más autocrítica?

Su posición con respecto de Europa también se inscribe en esquemas razonables, supresión de la troika y apoyo a Grecia en la vertiente humanitaria, pero con reformas.

Sin embargo, no acaba de entenderse bien la oportunidad política de matizar el artículo 135 de la Constitución, ni la limitación de los salarios de los altos cargos, cuando es sabido que son de los más bajos en Europa.

Pedro Sánchez y su programa se sometieron, como informó Manel Manchón en este diario, al escrutinio de la aguda opinión del Círculo de Economía la semana pasada.

¿Dónde están las alternativas? ¿Son mejores? ¿El PP con su política de austeridad? Ahora puede presumir de que España crece al 1.4% (después de cuatro años), pero todo el mundo ve que se ha hecho a costa de más desigualdad, más paro, menos industria, menos ilusiones para los jóvenes, recortes en servicios sociales….

La gente se pregunta si no había otro camino menos doloroso para salir de la crisis, y más eficaz. Parece claro que el Partido Socialista, ante este panorama, debería responder a las demandas populares y de las clases medias con nuevas políticas, con regeneración . ¿También con más autocrítica?

Porque ya lo hizo en los años 80 del siglo pasado con gran éxito. Y también porque cuesta imaginar un «paisaje» político sin un partido socialista con influencia. ¿Es fácil sustituir una organización que tanto ha contribuido al progreso de este país? ¿Nos lo podemos permitir?

Miquel Roca lo enfatizaba: «Pedro, os necesitamos…» Es importantísimo que Sánchez se consolide como candidato; que otras opciones moderen sus ansias; que sin complejos, pregone su programa reformista, reformas de verdad: respetuosas con las diferencias territoriales; que se suelte; que ponga emoción en sus mensajes para que llegue a la gente; que piense más en ésta que en Rajoy, sin convencionalismos.

Pero es igual de importante que todos los demás seamos menos escépticos sobre las posibilidades políticas del secretario general del PSOE.

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