Partidos políticos y Europa

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Ahora que en España van acercándose las elecciones generales quizá valdría la pena analizar los programas económicos de los partidos políticos y su capacidad de incidencia en la Unión Económica y Monetaria.

Si nos fijáramos en el espejo de Grecia, no sería demasiado representativo. Hagámoslo en nuestro entorno más cercano, incluso en países de mas entidad como Francia e Italia, que han intentado «retar» al establishment comunitario, dominado por los Estados del norte. De todas maneras, la victoria electoral de Syriza esta dando un buen ejemplo de como se administra Europa.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, en una interesante entrevista con Claudi Pérez de El País habla con libertad y, creemos, sinceridad. Dice «Syriza y Podemos han hecho un diagnóstico certero de la situación, y, sin embargo sus propuestas llevarían al total bloqueo del proyecto europeo». Pone de manifiesto que el resultado electoral de los Estados miembro no puede cambiar los tratados, que la política europea no depende, de hecho, de lo que decidan uno o dos países.

La Unión, como es lógico, tiene sus propias reglas, aceptadas por los Estados, como el pacto de estabilidad, la unión bancaria, el BCE… La estabilidad pasa por la consolidación fiscal con unos plazos ¿inalterables? que todos (¿?) los Estados deben cumplir; que la comisión Juncker las adapta y modula en función de la coyuntura.

Por ejemplo ha logrado levantar un fondo –más bien una promesa– en el que algunos creen ver ciertos tintes keynesianos, de 315.000 millones de euros, para estimular la economía europea, con todas las reticencias alemanas.

El fondo, más allá de su utilidad, que nadie espera que sea mucha, tiene la función de equilibrar ideológicamente –esta es la sabiduría de Juncker– la dureza de la política de austeridad a toda costa dictada por los Estados del norte, con Alemania a la cabeza.

Pero no todos los miembros de la Unión tienen el mismo status. Si Francia no llega se le da plazo, a Italia, sin Berlusconi, también se la espera. España, después de la reforma laboral, también se la mira con buenos ojos. Ninguno cumple. Pero a Grecia no. A Grecia ni agua. Que primero cumpla, que se trague el programa del grupo que acaba de ganar las elecciones.

¡Hasta aquí podríamos llegar! Y, además, insulta. Este pequeño país, que no importa a nadie mas que a los nostálgicos de la democracia, se ha atrevido a poner en duda, públicamente, la política comunitaria; que quería negociar su deuda (que no podrá pagar).

Este pequeño y desgraciado país, cuyos gobiernos conservadores han logrado expulsar de la protección de la Seguridad Social al 26% de los griegos, reclama deuda históricas a los alemanes por la invasión y ocupación de Grecia durante la segunda Guerra Mundial.

La escalada verbal ha hecho mella en Alemania. Según un último sondeo, el 52% de los alemanes están a favor de la salida de Grecia de la eurozona. Alemania exhibe ante la opinión publica una gran dureza; a ojos de algunos una inusitada y desproporcionada dureza. No parece que se trate de un enfrentamiento de «clase social», sino más bien de que «no cunda el ejemplo», de que un pequeño país de el brazo a torcer al gigante alemán.

De ahí que resulte difícil alcanzar acuerdos técnicos, más fáciles de «pastelear» por la burocracia de Bruselas. Ante este ejemplo, ¿qué programas económicos van a elaborar los partidos políticos de izquierdas? ¿Van a tratar de influir en la política europea? ¿Tendrán una alternativa a la austeridad? O es más practico, como hacen PSOE y Ciutadans, tratar de reformar la economía española y sus mercados.

La cesión de soberanía económica que han hecho los Estados europeos, especialmente los de la eurozona, ha sido muy grande. Y no parece posible, ni podríamos añadir, deseable una vuelta atrás. Entonces seamos claros. Propongamos lo que podemos cumplir y hacer cumplir.

Reformemos el mercado de trabajo, consigamos que los mercados funcionen, que las comisiones reguladoras sean independientes. Hagamos un sistema fiscal más eficiente. Favorezcamos la I D i, la formación, la transferencia de tecnología… Apoyemos a la industria y tratemos de que las empresas sean mas grandes. Hagamos del cumplimiento de los principios éticos en las administraciones y en las empresas una obligación ciudadana.

En definitiva, luchemos eficazmente contra la exclusión y la desigualdad.

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