Es necesario informar mejor

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Últimamente van apareciendo algunos casos –quizá ya demasiados– en que las empresas no dan información veraz y completa al Mercado. O que el Mercado no recibe la información adecuada de las empresas.

Ello lleva a que los inversores no puedan tener la imagen más completa de la empresa en la que invierten, con lo que se podría llegar a un descrédito del Mercado de Valores y, en ocasiones, incluso a supuestos penales por engaño. ¿Tan difícil es informar correctamente sobre las cuentas y sobre las perspectivas empresariales?

Los casos recientes son muy variados.

Por ejemplo, en Pescanova (3% del PIB de Galicia) se trata de un fraude. No parece que la dirección de la empresa desconociera el nivel de endeudamiento real, a pesar de que la compra al pescador artesanal de Namibia no es, digamos, una transacción fácilmente controlable contablemente. El descontrol detectado por los nuevos administradores es colosal. Todavía después de dos años no se conoce bien el estado real de las filiales que aportan una parte importante del Ebitda. Para hacerse una idea de la envergadura del engaño o del fraude sólo debe observarse el desfase entre el resultado declarado de 146M€ de beneficios con el revisado de una pérdida de 927M€.

Su auditor BDO declaró por medio de su presidente en España, Antonio Osorio, que «en Pescanova hicimos un trabajo riguroso y adaptado a las normas pero no pudimos detectar el fallo». «Al auditor es relativamente fácil engañarle», aseguró. Se les ha abierto un expediente sancionador, además de que los administradores están en medio de la investigación que dirige el juez Ruz.

Otro caso es Gowex. A raíz de un informe de la firma de análisis Gothan City Research, su capitalización de 1400M€ cayó hasta los 774M€ en una sesión, al estimar que más del 80% de los ingresos publicados por la compañía no existían.

Otro caso de fraude mayúsculo. La compañía realizó un rally espectacular en cuatro años en los mercados de valores, para conseguir fondos para su expansión internacional. Quería, decía, implantar wifi en las trescientas mayores ciudades del mundo. Un producto que les llevó a ser considerados una estrella tecnológica.

Llegó a revalorizarse un 470%, hasta el informe que desenmascaró el bluf. Su presidente admitió que mintió y el escándalo internacional fue mayúsculo pues llegó hasta las páginas del WSJ y en FT.

¿Puede una persona hacer subir el valor de una empresa de cero a 1400M€ y engañar a todo el mundo? Merecería una reflexión.

Otro caso muy distinto es Carbures, del que hablé en estas mismas páginas el pasado 26 de octubre. Ésta si es una empresa tecnológica muy interesante, surgida de la universidad, que al tener un gran producto crece enormemente en todo el mundo, y descuida –el equipo responsable lo reconoce en una entrevista en Expansión– que los procedimientos de control no se han cuidado como se debieran. Porque, y éste es un hecho muy común, no es lo mismo los controles en una empresa dinámica de un grupo de amigos que los requisitos que requieren los mercados organizados.

La auditoría estima que el perímetro de las empresas clientes y proveedores puede ser distinto en un consolidado y objeta resultados, todavía pendientes de dilucidar, y, mientras las acciones continúan suspendidas de cotización.

Abengoa ha tenido que clarificar sus cuentas después de que el Mercado mostrara su desconfianza sobre el nivel de endeudamiento del grupo y su manera de reflejarlo en el balance. Su cotización cayó un 50% en dos jornadas. Los inversores ya muy sensibles, no preguntan; venden primero y luego esperan las explicaciones.

Abengoa cotiza en el Nasdaq, tiene una parte muy importante de sus actividades en Estados Unidos y el presidente Obama la citó elogiosamente: debido a la naturaleza de su negocio es una empresa muy endeudada de 5.6 veces Ebitda, pero nada induce a pensar que está mal gestionada.

Pero, sin duda, el caso más grave es Bankia. En síntesis sus responsables la lanzaron a un crecimiento vía fusiones y a una salida a Bolsa apelando a inversores individuales, forzando las valoraciones, sin el respaldo del auditor.

Despreciaron los mecanismos de control, ignoraron las normas de buen gobierno corporativo, y quisieron capitalizarse sin un análisis honesto del precio de las acciones. Todo ello en cantidades fuera de medida. El final, de momento, es conocido. Intervención del Estado por más de 20.000M€, y los consejos de administración se las verán en los juzgados. Además sin mencionar la sinvergoncería de las tarjetas black.

En definitiva, se plantean al menos dos preguntas.

Primera, ¿Qué hacen de efectivo, sin colapsar los mercados, las autoridades de control? ¿Qué pasa con la CNMV? ¿Y el MAB? ¿Nadie vigila? ¿Y el auditor de Pescanova y Gowex en qué pensaba?

Todos son fraudes, pero distintos. Lo que no es distinto es la cantidad de incautos que invierten en estas compañías o en otras similares. Es fascinante observar cómo de creyentes son las personas ante ofrecimientos fantásticos, que la más natural prevención les debería hacer pensar que no todo tiene que ser tan fácil a la hora de ganar dinero. Y no digo nada de los analistas y colocadores que, como mínimo, acompañan en esta confusión.

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