Los expertos sobre el plan de Draghi: los grandes beneficiarios serán los bancos

Economistas y analistas aprueban el plan, pero consideran que el problema real es la falta de "demanda solvente"

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Ante la falta de un liderazgo europeo claro, con la mayoría de gobiernos bajo la tutela de la cancillera alemana Angela Merkel, –que se encuentra en el foro económico de Davos– y con el temor de que cualquier pequeño contratiempo –Grecia, y las elecciones de este domingo– pueda poner en peligro de nuevo la zona euro, la gran estrella del firmamento es Mario Draghi.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE) ha ido sorteando la crisis de la deuda soberana, que amenazó muy seriamente la propia existencia del euro en el verano de 2012, con medidas que amenazaban la ortodoxia, pero sin quebrar del todo el orden germano.

Y, desde este jueves, será el muñidor de un plan que supondrá el gasto de 1,14 billones de euros durante 19 meses en la adquisición de activos, de los que cerca de 200.000 millones corresponden a programas de compras ya anunciados, como la compra de cédulas hipotecarias.

Los bancos se benefician, está bien, si llega a la economía productiva

El plan es ambicioso, pero obedece a una realidad: la economía europea no remonta el vuelo, y la deflación es una evidencia, –0,3% de inflación en la eurozona– aunque cueste tanto admitirlo. Los expertos consultados no dudan de la importancia de la decisión de Draghi, pero contextualizan lo que puede suponer.

Y una de las conclusiones compartidas –que no es negativa– es que los grandes beneficiarios serán los bancos. Eso podría estar bien, si los frutos del auténtico bazooka de Draghi, acaba repercutiendo en el conjunto de la economía europea. El problema es que sólo, o principalmente, sean ellos los beneficiarios.

Equilibrio entre los intereses nacionales

David Pingarrón, analista de IG, ofrece una primera pega al plan de Draghi. El BCE comprará bonos soberanos, y lo hará siempre que los niveles de inflación estén muy alejados del 2%, que es el mandato, precisamente, del organismo. Pero «el grado de mutualización es muy bajo, del 20%». Es decir, «además de no contribuir a la reducción del riesgo percibido, no favorece la idea de que se camine hacia una verdadera Unión Bancaria, monetaria, económica y fiscal».

Esa decisión de Draghi, que la ha tomado sin tener la unanimidad del consejo de gobierno del BCE, significa un gesto hacia Alemania. Serán los bancos centrales de cada país los que se responsabilicen del 80% del riesgo, si dejan de pagar la deuda. Para Pingarrón, «el programa anunciado parece estar artificialmente diseñado para conciliar y equilibrar distintos intereses nacionales, en torno a las dos cuestiones claves: el tamaño del programa y el nivel de mutualización».

Anfetaminas para ganar tiempo

Perfecto, ese obstáculo lo ha salvado Draghi, y lo ha compensado aumentando la potencia del bazooka, lo que repercutió de inmediato en un buen comportamiento de las bolsas y de las primas de riesgo. Pero, ¿qué pasa a partir de ahora?

El catedrático Santiago Niño Becerra es escéptico con estas medidas. Lleva meses considerando que el problema es del propio sistema productivo, que presenta, a su juicio, un exceso de oferta. Pero, tras el plan de Draghi, recuerda la posición de Axel Weber, actual presidente de UBS, y ex presidente del Bundesbank: «Weber lo ha dicho muy claro, al señalar que la compra de deuda tan sólo va a servir para ganar tiempo, y estoy de acuerdo, porque se trata de anfetaminas, que no curan ni resuelven los crónicos problemas».

Según Niño Becerra, lo que harán esas supuestas ‘anfetas’ es «animar para realizar una travesía, aunque también puede que esa compra de deuda sea un calmante: un anestésico para no padecer el dolor de ver que la economía no funciona».

Medida para que el sector privado tome el relevo

La idea de este economista es que «los bancos van a ser los principales beneficiarios, pero, ¿por qué van a prestar si no aprecian demanda solvente?», señala Niño Becerra. El dinero, a su juicio, también irá a las bolsas, sin embargo, no repercutirá «en el desempleo, la pobreza, la subocupación, o la insuficiencia de ingresos públicos».

Para los gobiernos, la medida de Draghi no soluciona, de inmediato, ninguno de los problemas que apunta Niño Becerra, pero sí de forma indirecta, porque lo que se busca es el llamado «efecto expulsión», es decir, que los inversores se retiren de la deuda soberana, porque ofrece muy poca rentabilidad, –los bancos se la quitan de encima– y se incentive el sector privado, que es el que debe responsabilizarse de salir de la crisis con vigor. ¿Sucederá?

Como medidas positivas, el plan –que había sido descontado por los mercados en las últimas semanas, pero que al ser más ambicioso de lo esperado, ha sido recibido con más entusiasmo– ha logrado que el euro pierda valor –importante para las exportaciones– y que las primas de riesgo se relajen todavía más.

Enorme liquidez en todo el mundo

Sin embargo, todo ello es ilustrativo de que la economía europea sigue aletargada. «Que ganen los de siempre, es más que probable, –el sistema financiero– y que gane toda la ciudadanía está por probar, y nos tocará estar atentos y trabajar para que eso se produzca», asegura Guillem López Casasnovas, catedrático de Economía y consejero del Banco de España.

López Casasnovas ve como un elemento negativo esa escasa mutualización, y no da por seguro que ese capital que se podría liberar, porque ahora está invertido en deuda soberana, se destine a proyectos sólidos que rehagan la economía y sean capaces de crear puestos de trabajo, en la línea de lo apuntado por Niño Becerra. También ve un peligro «tanta liquidez en el mundo», después de que el BCE se haya sumado a los planes de expansión monetaria de Japón y de Estados Unidos. «Se podrían crear de nuevo burbujas económicas, con la aparición de nuevas crisis», añade.

Ahora bien, los expertos consultados dejan claro que no se podía haber hecho otra cosa. López Casasnovas lo constata: «No había alternativa. Los mercados lo habían descontado, y no estar a la altura hubiera sido, incluso, contraproducente, y se podría haber desencadenado otra crisis».

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