¿Es bueno para las familias que la inflación baje? ¿Y para España?

Aunque el poder adquisitivo mejora, devolver los préstamos será una carga más pesada

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Los precios se han contraído en julio. Se trata de un descenso de cuatro décimas que ha roto la racha de tres meses en la que el IPC creció muy tímidamente. Este escenario genera preocupación en organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Central Europeo (BCE); pero cabe preguntarse si es perjudicial para las familias que los precios se comporten de esta manera.

La respuesta inmediata es que la inflación contenida favorece al bolsillo. La evolución del IPC contrarresta la congelación salarial, cuando no los recortes de nómina, y las limitaciones domésticas que impone la percepción de un subsidio (como el de paro) o pensión, que apenas crecen. Los ingresos de las familias están castigados, además, por la mayor presión fiscal, de modo que los españoles han perdido una parte de la renta disponible.

Endeudados y ahorradores

El dato de julio evidencia que se pueden comprar, de promedio, los mismos productos y contratar más servicios que hace 12 meses aunque los ingresos no hayan crecido en el mismo periodo. Pero aunque parece una buena noticia, complica otro aspecto de la económica doméstica. La baja inflación dificulta la devolución de las deudas. El economista Anton Costas lo ha explicado en una entrevista televisiva.

“En un escenario de crecimiento anual del 3% (ritmos habituales en España antes de la crisis), la inflación puede comerse hasta un tercio de una hipoteca a 30 años”. Las personas en esta situación deberán esforzarse más para enjugar los créditos si los precios de julio se repiten con perseverancia los próximos meses.

Evidentemente, en el extremo opuesto están los ahorradores. Éstos verán como, por ejemplo, sus depósitos ganan rentabilidad adicional, factor remarcable en un contexto de intereses reducidos.

Realidad agregada

La perspectiva individual es importante porque mueve conciencias. Varios economistas remarcan que el factor psicológico es capital para zanjar la depresión financiera. Si la gente percibe que dispone de más renta activará el consumo, las empresas producirán más y crearán puestos de trabajo. Esta perspectiva simplificada e individual genera, de este modo, una realidad agregada y jugaría a favor de España.

La moderación de los precios, junto a la salarial, era una de las claves para que la economía española recuperara la competitividad respecto a otros socios de la zona del euro. Esta meta se ha logrado, pero a costa también de que las empresas españolas pierdan oportunidades entre los países emergentes, como Brasil o Rusia. El factor precio no es el único que marca la evolución de las relaciones económicas exteriores.

La fortaleza del euro, en este caso, favorece las exportaciones e importaciones entre los Veintiocho pero penaliza al resto de mercados.

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