Vulcano se hunde: pagará 25 millones por la quiebra de una filial

La sentencia de apelación sostiene que el astillero vigués "vampirizó" a la asturiana 'Juliana' y originó su concurso y liquidación

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Autopista directa al fondo, aunque por el carril lento, para Factorías Vulcano. El astillero vigués, sin un contrato de buque desde hace tres años, ha sido condenado por segunda vez al pago de 25 millones de euros por haber provocado el hundimiento de su filial asturiana Factorías Juliana, a la que tendrá que, con ciertos matices importantes, indemnizar y reintegrar esa cuantía. El tribunal también ratifica la condena individual de 500.000 euros e inhabilitación de 3 años al propietario y a los directores general y comercial, por la desatinada gestión, que fue calificada como «culpable» y condujo, asimismo, al abandono a su suerte, a una quiebra sin remedio y a la liquidación de la entonces factoría dependiente de la compañía viguesa.

La sentencia en grado de apelación de la Audiencia provincial de Oviedo confirma casi enteramente -salvo en el aspecto de los intereses de demora por el principal en que consiste la multa- la del juzgado de lo Mercantil que ventiló el proceso concursal al que se vio sometido la empresa naval gijonesa hasta el año 2013, una resolución judicial en la que se consideraba probado que la matriz viguesa había ocasionado a su empresa satélite un agujero mayor por la falta de ingreso del dinero producto de los contratos de construcción de tres grandes y complejos buques sismográficos que fueron parcialmente fabricados en las gradas de la filial asturiana.

De 312 millones a 0

El cruce contable, operativo y contractual entre Vulcano y Juliana, que está reflejado sintéticamente en el nuevo fallo judicial, hace fácil perderse no sólo en los detalles de los trabajos de construcción que ambos astilleros realizaron de forma conjunta y por separado, sino que complica incluso la propia explicación racional de cómo es posible que uno de los grupos navales más poderosos de España a finales de la década pasada, se haya ido prácticamente a pique en menos de cinco años, a pesar de disponer de numerosos contratos y apropiadas instalaciones para poder asumirlos con solvencia. De más de 312 millones de euros facturados en el año 2010, ha pasado a cero euros en sólo un quinquenio.

La Audiencia de Oviedo considera que Factorías Vulcano (que negocia un contrato cortando bloques de acero para las dovelas que se necesitarán en el nuevo puente de Rande) sometió a Juliana a una gestión manifiestamente egoísta por parte de su propietario único. El fallo sostiene que «del examen de las cuentas anuales podemos extraer que Vulcano disponía de un fondo de maniobra por importe de 20,7 millones de euros con el que poder atender sus pagos a corto plazo y con ello afrontar la deuda que mantenía con Juliana, a pesar de lo cual se desentendió de la suerte de su filial». El astillero vigués ni siquiera saldó su deuda con la filial gijonesa cuando logró vender a otro armador a un mayor precio que el inicial uno de los barcos que Juliana había construido parcialmente.

Cenizas de Izar

Vulcano adquirió de sus cenizas el astillero Izar Gijón de la manos de la Sepi, convirtiéndolo en Factorías Juliana. En la compra, realizada por subasta pública, el grupo gallego pagó en torno a 2,5 millones de euros. Una ganga. Y luego invirtió más dinero en implementar sus facilities. Fue en el año 2006. En 2007-2008, llegó a manos de Vulcano una lluvia de contratos, fruto de la explosión general de pedidos en el sector internacional de construcción naval. Uno de esos multicontratos, que eran unos trillizos sismográficos (para la exploración y detección sónica de yacimientos submarinos de petróleo), empezó a ejecutarse en las gradas de Juliana.

Las demoras en el cronograma de trabajo forzaron la decisión de la dirección de Vulcano de enviar los buques, dos de ellos a casco vacío y el otro en bloques, a sus instalaciones de Vigo a finales de 2008. Este es el origen del problema de fondo. Vulcano decidió desistir de los contratos de construcción con Juliana sin abonar las cifras correspondientes a los mismos. Vulcano alega que en ese momento no tenía liquidez para saldar sus obligaciones, un argumento que la sentencia desmonta casi sin piedad. «Fue el actuar culposo de los representantes legales de Juliana -señala el fallo- la que condujo a su situación de insolvencia, traduciéndose en última instancia en otorgar preferencia a la supervivencia de la matriz en detrimento de la filial».

Expectativa ilusoria

Tras aludir la sentencia de apelación al fenómeno descrito como «vampirismo intragrupo», término que describe lo opuesto al necesario equilibrio entre empresas de una misma corporación, el propio tribunal escribe una posdata poco esperanzadora: «Las especiales características del caso presente hacen que la recuperación del activo de Juliana que se encuentra reconocido en el concurso de Vulcano sea una expectativa prácticamente ilusoria, pues el crédito de la primera, reconocido como subordinado (el último que cobra de todos los acreedores concursales), se encuentra sometido a una quita del 80%, mientras que el 20% restante aparece sujeto a una espera que supone un primer pago del 10% el 29 de abril de 2022 y el otro 90% conforme a un calendario que vence el 30 de abril de 2031».

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