Springwater vuelve al ojo del huracán tras la caída de Pullmantur

Tras la quiebra de Unipapel, la historia se repite. Pullmantur presenta concurso de acreedores años después de la llegada de Springwater

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Apareció en España en los años posteriores a la crisis económica y anunció que tenía apetito inversor y músculo financiero suficiente para comprar una empresa cada mes. Martín Gruschka (Colonia, 1965) es un directivo singular que ha dejado por el país un listado de polémicos episodios  — también los ha protagonizado fuera—  tras participar o directamente comprar algunas empresas con su fondo suizo Springwater.

La caída de Pullmantur se une a la de Unipapel o los problemas en Elion. Gruschka siempre ha defendido que su modelo es jugársela comprando empresas en problemas, para intentar resucitarlas y sacar la máxima rentabilidad de ellas pese a las posibilidades de que no refloten. Pero sus detractores mantienen otra teoría: las vacía y quiebra premeditadamente.

Casado desde el pasado año con Sandra Macaya, hija de la famosa Cristina Macaya, conocida como la reina de la sociedad mallorquina y anfitriona de las fiestas más exclusivas, este empresario alemán ha pasado de aparecer en las páginas de los principales medios de comunicación económicos del país a replegarse y optar por un perfil más discreto. No da una entrevista desde hace años y tampoco ha anunciado nuevas operaciones.

Ahora poco se sabe de su paradero. Sin ir más lejos, ha liquidado en el último año la sociedad cabecera de sus inversiones en el país: Investment Monitoring Services SL, rebautizada en octubre del pasado año para olvidar el nombre de Springwater Capital Spain.

El nombre de Gruschka ni siquiera aparece ya en el último anuario de la Asociación Española de Capital, Crecimiento e Inversión (ASCRI), de la que formaba parte y todavía utiliza como aval en su página web. Su posición como primer clasificado durante dos años consecutivos en la revista de esta entidad es una de sus cartas de presentación.

Pullmantur, a concurso en pleno coronavirus

Con todo, queda la incógnita de Pullmantur. La compañía de cruceros anunció concurso de acreedores el pasado verano con motivo del coronavirus y sus efectos sobre la industria turística. Ya atravesaba problemas antes de la crisis epidemiológica, pero las restricciones de la movilidad han terminado de hundir el negocio.

La mayoría accionarial de Pullmantur está en manos de Springwater desde 2016, año en el que su socio estratégico, Royal Caribbean, decidió desprenderse de más de la mitad del capital social de la firma española que en el pasado perteneció a Viajes Marsans hasta 2006.

El resultado es que Springwater mantiene el 51% de Pullmantur a través de Cruises Investment Holdings. Es una sociedad creada en Luxemburgo pero contralada a través de Springwater Capital LLC, con sede en Delaware (Estados Unidos).

Martin Gruschka, dueño del fondo Springwater.

Martin Gruschka, dueño del fondo Springwater. 

El primer acuerdo de Springwater por Pullmantur, no obstante, se remonta a 2014. Ese año, el fondo helvético compró una participación mayoritaria en los negocios no navieros de Royal Caribbean, entre los que se incluian la agencia de viajes Nautalia y otros negocios gestionados bajo la marca Wamos.

El juez investiga el concurso

Una cosa es que Pullmantur haya caído en concurso cuando ha estado bajo la propiedad de Springwater y otra muy distinta poder demostrar que el fondo ha tenido alguna responsabilidad en lo sucedido. 

De momento, el juez que supervisa el concurso de acreedores en el Juzgado Mercantil número uno de Madrid ha apreciado indicios que señalarían una presunta intención de los administradores de hundir la compañía, aunque explícitamente solo nombra a Royal Caribbean. Puedes consultar aquí el auto.

Según adelantó Vozpópuli en septiembre, el administrador concursal de Pullmantur habría detectado «indicios de una posible declaración del concurso como culpable». Las principales sospechas, todavía por confirmar, apuntan a un posible intento de «aprovechar la pandemia para dejar a Pullmantur sin activos ni capacidad de operar», pero sí «quedarse con sus clientes».

Oasis of the Seas foto Royal Caribbean

Oasis of the Seas. Foto: Royal Caribbean

El caso de Unipapel

Quienes han seguido los pasos de Gruschka coinciden en señalar la quiebra de Unipapel como punto de inflexión para que se produjera un cambio en la opinión pública sobre quién era este empresario. Corría el año 2014 cuando Springwater anunció que había llegado a un acuerdo con Adveo para hacerse con la maquinaria, capital humano y fondo del negocio de la firma española por 16 millones de euros.

El recorrido de la empresa en manos del fondo helvético no sería muy extenso. Dos años después, en abril de 2016, los trabajadores de Unipapel acusaron al fondo de descapitalizar y «dejar morir la empresa», para más tarde, en julio, conocer un ERTE a 12 meses para el 100% de la plantilla de las sedes de Tres Cantos (Madrid), Aduna (Guipúzcoa) y Logroño (La Rioja).

Ese ERTE, no obstante, terminó judicializándose y dando como resultado una sentencia contraria a los intereses de Gruschka. La sentencia de la Audiencia Nacional anuló el expediente temporal de empleo y entendió que Springwater no tenía otra intención que ahorrarse los costes salariales y pasarle dicho gasto al Estado. No extrañó que años después el nombre de algunas de las sociedades de Springwater entraran en la deshonrosa lista de los mayores morosos de Hacienda, aquellos que deben al menos un millón de euros a las arcas públicas.

Dicha resolución, además, contó con el voto particular de la magistrada Emilia Ruíz-Jarabo, que consideró que «la transmisión de la división industrial a Unipapel se trató de un negocio simulado, cuya finalidad era liquidar la actividad industrial».

ERE en el caso Delion

El ERTE de Unipapel no sería el único capítulo traumático para trabajadores de empresas de Gruschka en España. Pocos meses antes de hacerse con Unipapel, Springwater había comprado la compañía Delion, hasta entonces en manos de la multinacional Indra.

Tras sellar la operación por 17 millones de euros, el vehículo inversor se hacía con cuatro centros avanzados de impresión digital y asumía a los 300 profesionales que integraban a la compañía.

Y pese a la promesa de crear un gran grupo de gestión documental, la realidad fue bien distinta. Cuatro años después de la compra, Springwater huyó de Delion y le traspasó la empresa al consejero delegado. El cambio de manos no impidió nada, pues la compañía española presentó un ERE para todos sus empleados apenas un mes después. 

El desenlace de este despido colectivo sería similar al de Unipapel y también acarrería problemas para el directivo alemán. La Audiencia Nacional tumbó el ERE y consideró que Springwater debía responder como grupo laboral, tal y como defendía el sindicato CCOO. Gruschka, que ejerció de administrador único, tuvo que asumir las responsabilidades derivadas de la liquidación.

Operación fallida con Vocento y problemas fuera de España

No todas las operaciones de Springwater prosperaron. Vocento, con quien Gruschka negoció la venta de los servicio de Internet Sarenet, frenó su operación en el último momento. El grupo de medios de comunicación anunció el 3 de junio de 2014 a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que Springwater no había cumplido con todos sus compromisos. 

En concreto, Vocento había firmado un acuerdo para la venta de su participación del 80% de la empresa proveedora de servicios en la red a Springwater Capital LLC por algo más de 14 millones de euros. En dicho hecho relevante, el editor de ABC reconoció que estaba valorando alternativas e incluso «opciones legales que le correspondan en defensa de sus intereses».

Vocento frenó la venta de Internet Sarenet a Springwater en el último momento

Pero los pasos de Springwater no solo han dejado huella en España. El nombre de Gruschka también ha aparecido en Francia. El diario Le Monde se preguntaba si el empresario alemán era un genio de las finanzas o, por contra, «el nuevo Bernard Madoff».

La pregunta del diario en su artículo El extraño financiero que el banco público BPI quiere perseguir en el infierno tenía una justificación: Banco de Inversión Pública (BPI) había presentado una denuncia contra el empresario alemán años después de que éste se hiciese propietario de una gran fábrica de celulosa en el país y acordara un plan de reindustrialización para esta fábrica.

Dicho plan contemplaba la inversión de 13 millones por parte de Springwater, algo de lo que BPI duda que llegase a suceder. Invirtió «probablemente 1,5 o 2 millones, como máximo», reconoció una fuente de la entidad al periódico francés. Gruschka, por su parte, culpó a BPI de no querer participar en una ampliación de capital clave para la supervivencia de la fábrica.

Economía Digital intentó poner en contacto con Springwater antes de la publicación de este reportaje. Envió un correo electrónico al propio Gruschka y otro a un investment manager del fondo helvético, pero no obtuvo respuesta en ninguna de las ocasiones. Semanas antes lo intentó con otros dos empleados en España. 

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