La guerra interna paraliza la reforma de Alvariño en la patronal

La oposición de Pontevedra al nuevo reparto de poder deja en el aire el proyecto del presidente nueve meses después de su llegada al trono de la CEG

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No es la Confederación de Empresarios de Galicia una plaza sencilla. José Manuel Fernández Alvariño ascendió a lo alto del trono con numerosos apoyos, prometiendo un ajuste en el gasto de la patronal, un reparto más equitativo de poder entre las confederaciones provinciales y una modernización de la institución tras la era Fontenla, que se prolongó durante doce años. Nueve meses después de su ascenso a la presidencia, el grueso de la reforma sigue en el aire. Entre otros motivos, porque algunas de las medidas anunciadas han tocado en hueso.

Principalmente, las que afectan a los cambios estatutarios. Alvariño lo tiene fácil para limitar el número de mandatos de los presidentes de la CEG a dos y para vetar que el líder de la patronal ocupe el mismo puesto en una confederación provincial (dos aspectos que habría incumplido Fontenla, presidente de la patronal coruñesa, durante su gestión). Más complicado es, en cambio, lograr la equidad en el reparto de poder. El equilibrio entre las confederaciones provinciales pasa porque pierdan peso A Coruña y Pontevedra, para que ganen posiciones Ourense y Lugo en la Asamblea General, el máximo órgano de decisión de la CEG. En contra de la propuesta está A Coruña, como era previsible, pero también Pontevedra, el antiguo feudo de Alvariño, que se desmarcó de la medida antes de finalizar el pasado año, informan fuentes empresariales.

Encerrona

En la patronal de A Coruña se da por hecho que la medida no saldrá adelante al tener en contra a las dos provinciales con más peso en la Asamblea y en la Junta Directiva debido al elevado número de empresas que concentran. Una situación que deja al presidente de la CEG entre la espada y la pared, ya que sus apoyos en Ourense y Lugo, así como en parte de las sectoriales, lo apremian, ya desde la pasada Navidad, para que ponga a andar la nueva patronal, todavía en una fase germinal, según valoran fuentes de las confederaciones provinciales.

“La sensación es que esto está atascado, que no arranca. Las quejas del empresariado y de asociaciones de empresarios están llegando a un nivel notable. La gente está hasta las narices de las disputas entre Alvariño y Fontenla porque lo que le preocupa es sacar adelante a su empresa en un momento difícil”, dicen las mismas fuentes. Ese mismo discurso es el de Alvariño, que ha intentado enviar un mensaje inclusivo y de unidad a los empresarios, incluso bajando las cuotas a abonar a la CEG. Sin embargo, no ha podido evitar la disputa por la red de centros en el exterior con la Confederación de A Coruña. La pelea interna y el tiempo que está llevando poner a punto a la nueva patronal han mermado sus apoyos.

Pérdida de apoyos

No es que no se haya hecho nada. El presidente ha llevado a cabo la auditoría interna de la CEG que prometió y ha cerrado el nuevo convenio para la red de centros en el exterior con el Igape en una negociación tortuosa que conllevó tres meses de reuniones. Tras la firma, la patronal adelgazó en personal y estructura, al cerrar la oficina central de la red Pexga que alquilaba en un edificio en el casco histórico de Santiago.

La reducción de costes sentó bien entre los empresarios, pero la CEG salió debilitada del proceso, debido al recorte en presupuesto y número de plataformas que impuso la Xunta y a la nueva ofensiva de la Confederación de Empresarios de A Coruña para intentar llevar a juicio al Igape.

“No se ha puesto orden en la casa”, sentencian fuentes de las provinciales que apoyaron a Alvariño, que piden al presidente que dé un golpe sobre la mesa y espante el “creciente desánimo” entre los empresarios por la nueva etapa. La disputa no es entre Alvariño y Fontenla, sino del propio presidente de la CEG con su capacidad para diseñar la nueva patronal, una plaza a la que llegó como broche de oro a su carrera y con la reputación de empresario con carácter y aplomo para modernizar la CEG. Sus apoyos se lo exigen y se van diluyendo a medida que la reforma se retrasa.

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