La Autopista del Atlántico cambiará de manos por cuarta vez en ocho años

La concesionaria de Itínere, de confirmarse la operación, estará bajo control de Globalvía después de pertenecer a Sacyr, Citi y el fondo norteamericano Corsair

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Autopistas del Atlántico, la sociedad concesionaria de la AP-9 y propiedad de Itínere, está muy próxima a cambiar de manos. La empresa de infraestructuras Globalvía ha lanzado una oferta por la compañía matriz que, de salir adelante, supondrá el cuarto cambio de manos de la infraestructura que vertebra Galicia en tan solo ocho años.

Por aquel entonces, en 2008, Sacyr, propietaria de Itínere, encargó a un banco la venta de su división de infraestructuras debido a que su deuda se había disparado hasta los 19.000 millones por su entrada en Repsol. En junio de 2009, la compañía vendía el 56,72% de Itinere a Citi y, un mes después, otro 17,4% a las antiguas Caixa Galicia, Caixanova y Cajastur por unos 500 millones.

Tercer titular

En mayo de 2015 se produjo la operación que llevó a la situación actual. El fondo norteamericano Corsair se convertía en el tercer propietario de Itínere tras adquirir a Citi su participación, del 54%, que controla a través de Arecibo, un vehículo en el que también figura Kutxabank. Abanca, con el 23,8% del capital, es el accionista minoritario con más peso, seguido de Sacyr (15,5% ). Liberbank completa la lista con una participación del 5,8%.

La semana pasada entró en escena Globalvia, la antigua compañía de concesiones de FCC y Bankia, actualmente en manos de los tres fondos de inversión USS, OPTrust y PGGM y que estuvo a punto de caer en manos del fondo soberano de Malasia. La firma de infraestucturas quiere tomar el control de Itínere y ya ha presentado una oferta a los accionistas. La negociación, como apuntan fuentes conocedoras de la operación, está todavía en una fase muy inicial.

De confirmarse la operación, el capital de Itínere, que tiene en Audasa uno de sus principales activos, pasaría a estar controlado íntegramente por entidades extranjeras. Galicia ya no tendría nada que decir en la gestión de una de sus principales arterias de comunicación.

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