El vino español, ¿con o sin corcho?

El tapón tradicional cuenta con fervientes defensores, pero también con detractores que optan por otras alternativas como el de rosca o el sintético

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El tapón, la etiqueta y la botella visten al vino antes de servirlo en la mesa de un comensal. Todo forma parte del ritual y todo suma, nada resta. Pero, ¿tanto afecta una de estas partes al fin último de beberse el vino? En el tema del cierre puede que sí. Muestra de ello, el tradicional tapón de corcho cuenta con sus detractores y defensores, casi a partes iguales.

Por un lado, los consejos reguladores de las denominaciones de origen (DO) de Catalunya, Ribera del Duero y La Rioja aseguran que la mayoría de sus bodegas apuestan por el corcho. El romanticismo gana en este caso la batalla. “La presencia del tapón de rosca en nuestras bodegas es más testimonial y anecdótico. La gran parte optan por el corcho y algunas por el sintético”, explican fuentes del consejo regulador de la DO Ribera del Duero a Economía Digital.

Sobre todo, por tradición, el corcho se relaciona con los vinos españoles más maduros y de mayor categoría. “Seguimos apostando por este cierre para vinos envejecidos para que la calidad en el tiempo perdure”, subrayan desde la DO de La Rioja. Pero, sin duda, uno de los fervientes defensores de estos tapones clásicos son los productores del corcho, por ello en Catalunya se aferran fuerte a él. “El tapón de corcho no es un puro envoltorio que tiramos cuando destapamos el regalo, sino una herramienta de vinificación que decidirá el futuro de ese vino”, insiste el director del Institut Català del Suro, Manel Pretel.

Reducir costes y evitar problemas

Aunque, como hay dos formas de ver la botella –medio llena o medio vacía–, también hay posturas opuestas al tradicionalismo del corcho en pro de otras elecciones que pueden resultar, sobre todo, más económicas. “El tapón sintético puede costar entre cuatro y 12 céntimos. Es una opción más barata y evita problemas como el conocido sabor a corcho que es la razón principal de que algunas bodegas busquen otras alternativas”, explica el responsable comercial de Nomacorc –líder mundial en tapones sintéticos– en España y Portugal, Sébastien Andrés.

Las ventas del tapón de corcho sintético y el de rosca –sobre todo en un contexto de crisis como el actual– crecen en determinados mercados emergentes, donde cada vez tienen mayor acogida. En algunos países asiáticos, así como en Australia, la rosca ya ha tomado la delantera en algunos vinos de alta calidad.

“Vendemos, sobre todo en Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania y también en España”, subraya Andrés . En 2012, Nomacorc vendió 140 millones de tapones en el mercado español, con una cuota estimada del 12%. Esta cifra supone 40 millones más de tapones que en 2010, dos años antes.

Sin ánimo de desatar una guerra

Sin embargo, estos fabricantes de tapones no quieren hacer una guerra de esto. “No queremos sacar el corcho del mercado, sólo que el tapón que ofrecemos sea de buena calidad. Para vinos de un año hay materiales alternativos que pueden resultar muy óptimos y que ofrecen ventajas como que no se rompa el tapón o que no dejen polvo que pueda combinarse con el vino y alterar el sabor. Con ello no queremos decir que el corcho sea malo”, insiste el portavoz de Supercap, César Miguel.

En restauración, lo que importa es el vino

Si dejamos de lado a unos y a otros, en el sector de la restauración se acepta, cada vez más i de buen agrado, cualquier tipo de tapón. Los sumillers escogen un vino u otro para elaborar la carta de un restaurante por la sensación que produce en el paladar, por el aroma que desprende y, en definitiva, por su calidad. “No tengo manías con los tapones, todo depende del vino. El día que salga una gran bodega y haga un vino con tapón de rosca será entonces símbolo de calidad y la predisposición del consumidor cambiará”, matiza el mejor sumiller de España, Sergi Figueras.

Del mismo modo, los responsables de la elección de los vinos de restaurantes con estrella Michelín admiten que el sistema de cierre importa, pero que no es lo esencial. “El tapón de corcho puede ofrecer unas cualidades al vino en determinados casos que ningún otro tipo de tapón puede ofrecer, pero para un vino más joven en el que se busca la parte más amable, más fresca y un sabor afrutado, el de rosca o sintético pueden ser más ventajosos”, explica el sumiller del restaurante de Quique Dacosta en Denia, José Antonio Navarrete.

En manos del enólogo

Decantarse por un tipo de cierre u otro es una elección del enólogo y en sus manos dejan los sumillers esta responsabilidad. “En ningún caso compro un vino por un tapón o una etiqueta, lo pido porque me interesa el vino en sí mismo. Cada vez hay más estudios que apuntan a que para determinados vinos es igual de recomendable un tapón de rosca. La evolución es diferente con un cierre u otro y hemos de confiar en el enólogo y en lo que él ha creído que es mejor en cada ocasión”, concluye el sumiller del restaurante Sant Pau de Carme Ruscalleda, Joan Lluis Gómez.

Con todo, el mundo del vino es también una industria y, como tal, el uso del corcho o no es un polémica abierta con intereses de por medio y que engendra dudas en algunas bodegas. Cada compañía optará finalmente por un tapón u otro según la finalidad que tenga cada vino y con el objetivo de incrementar las ventas.

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