El maratoniano Frank Torres inicia el esprint para cerrar Nissan BCN

El directivo tarraconense cambiará su pasión por las carreras de fondo por una negociación contrarreloj para acordar la clausura antes de agosto

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“El cierre de Nissan Barcelona no es una decisión de Frank Torres”. Así se defendía el hombre designado por el fabricante japonés para pilotar la clausura de la instalación catalana el mismo día que centenares de trabajadores se manifestaban en su localidad de residencia Sant Cugat del Vallés (Barcelona) ataviados con fotografías suyas, carteles e incluso un ataúd con su nombre.

Cuando Frank Torres, director general de la automovilística nipona en Rusia, recibió el encargo de liderar las negociaciones con sindicatos y administraciones para cerrar la planta barcelonesa ya podía imaginar que no sería bien recibido. En la mochila contaba con numerosos enfrentamientos con la plantilla y varias promesas que jamás llegaron a cumplirse. La más rimbombante, esos “1.000 nuevos empleos” prometidos que coparon titulares hace ahora una década.

Al dirigente tarraconense, además, los plazos le aprietan. El mandato procedente desde Yokohama (Japón) es que la fábrica debe estar desvalijada en diciembre, por lo que el pacto con el comité de empresa y las autoridades debe rubricarse este mismo mes de julio. Una negociación al esprint para un hombre que se maneja mejor en la maratón, una de sus grandes pasiones para desconectar.

Durante su etapa previa en Barcelona el ingeniero de formación fue un habitual de la Carretera de les Aigües, uno de los clásicos enclaves de los barceloneses para salir a correr. La afición le nació en su Tarragona natal, donde antes de aterrizar en Nissan había trabajado en ASM Dimatec, otra firma del sector de la automoción con sede en la localidad vecina de Reus.

La fama que precede a Torres: duro con los sindicatos pero sin palabra

Desde entonces, las maratones de Berlín, Barcelona, París o Nueva York le han visto enfundarse las zapatillas a este ejecutivo de marcada formación religiosa.

Ahora, delante suyo tendrá a unos trabajadores que ya le esperan en pie de guerra. Con fama de no plegarse ante las presiones sindicales, se le tiene por una persona fría y de poca palabra, capaz de retroceder en acuerdos que ya se dieron por zanjados con un apretón de manos.

Y es que Torres ya trabajó durante una década en Nissan Motor Ibérica. Tras ser contratado como analista de ingeniería en 2007, en 2011 fue erigido director general de la filial, con lo que pasó a ser el máximo responsable del centro de la Zona Franca. Durante su mandato se recuerdan numerosos enfrentamientos con los sindicatos, con los que ahora tendrá que lidiar.

En su haber puede decir que logró traer la furgoneta eNV200 y el Nissan Pulsar a Barcelona, pero lo cierto es que exigió unos esfuerzos a la plantilla a cambio de promesas que jamás se cumplieron. 

En 2014, La adjudicación del Pulsar ya llegó rodeada de polémica. Solo se alcanzó tras medio año de negociaciones con la plantilla en las que incluso tuvo que mediar la Generalitat y a cambio de un acuerdo para mejorar la competitividad de la planta catalana. Incluía recortes en materia laboral a cambio de una inversión de 130 millones de euros.

Frank Torres trata de hacerse pasar por ‘uno de los suyos’ ante los sindicatos

La dirección prometió 1.000 nuevos empleos, como haría también en octubre de 2015 al iniciar la producción de otro modelo, la pick-up Navara. Una semana después de aprobar los recortes, el coche era asignado a Barcelona. Pero el millar de nuevos trabajadores jamás llegó.

Quizás por ello trata de hacerse valer como hombre de la casa ante la plantilla. En el primer encuentro remarcó que el proceso era «un reto común» y pidió «diálogo». En un encuentro con periodistas –al que Economía Digital no fue invitado– «pidió ejecutar la decisión de la manera menos dramática posible».

Además, horas después de conocer el escrache organizado frente a su casa en Sant Cugat del Vallés firmó una nota redactada por el departamento de relaciones institucionales en el que sacaba pecho por haber podido salvar del cierre el almacén de recambios de El Prat de Llobregat (Barcelona); un centro que jamás estuvo en discusión.

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