El extraño caso del contrato denegado al mejor físico joven europeo

La Secretaría de Estado de I D I deniega una plaza de investigador a un joven físico gallego galardonado con un importante premio europeo

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Diego Martínez Santos, gallego de 30 años, lleva algo más de dos años trabajando en Holanda. Lo hace en el Nikhef, el Instituto de Física de Partículas holandés. No es mal sitio para investigar ni para progresar como científico. No en vano, el centro se ha ganado una merecida posición entre los mejores de su especialidad. Otra cosa bien distinta es el clima de Ámsterdam. Y más si se compara con el de España. Antes estuvo en el CERN, en Ginebra. Así que decidió probar suerte con el Programa Ramón y Cajal para volverse a casa.

La suerte, por lo que parece, le ha sido esquiva. O tal vez no tanto. El mismo día que recibía la comunicación de la Secretaría de Estado de I D I negándole la posibilidad de acogerse al programa, la Sociedad Europea de Física le comunicaba que había sido galardonado con el premio al mejor físico experimental joven por sus aportaciones en Física de Partículas. Un contrasentido en toda su extensión que ha circulado como un reguero de pólvora por todos los medios españoles.

Requisitos

La comunicación de la Secretaría de Estado, liderada por la biotecnóloga Carmen Vela, alega que Martínez no dispone de suficiente experiencia internacional ni tampoco de capacidad de liderazgo, dos de las premisas que constan en las bases del Programa Ramón y Cajal, pensado para incorporar científicos al sistema español con “trayectorias sólidas” acreditadas y recuperar, siempre y cuando el currículum sea adecuado, a investigadores españoles que trabajan en centros de otros países.

El programa fue diseñado en los tiempos de Anna Birulés como ministra y bajo la supervisión directa de Ramón Marimón, secretario de Estado de Política Científica. En muchos aspectos, fue la propuesta estrella del gobierno de José María Aznar para revitalizar al entonces estancado sistema de I D.

Problemas de diseño

El parto fue dificultoso por todo lo que implicaba y por la falta de pericia de sus impulsores. Según se cuenta, el programa no vio la luz hasta superado el borrador 43. Y es que había ambición: se trataba de incorporar hasta 3.000 científicos con currículums contrastados a un sistema que hasta entonces seguía marcado por la fuga de cerebros. A los científicos se les ofrecía un contrato –que no beca- de cinco años de duración revisable tras los tres primeros y a final de periodo. Tras la última evaluación, debían incorporarse definitivamente a su centro de acogida.

En sus inicios hubo dos graves problemas. No siempre el investigador encajaba en el centro o departamento universitario al que llegaba. No por carácter, sino porque los laboratorios no estaban preparados: venía alguien con experiencia acreditada, capacidad para atraer fondos competitivos europeos, contactos internacionales y ambición científica, además de liderazgo. Los que le hicieron un hueco, salieron ganando: a cambio de invertir en recursos humanos y equipamiento, ganaban en experiencia y visibilidad, además de en resultados. No ocurrió así en todos los sitios. Algunos científicos simplemente han acabado ocupando el puesto de un becario cuando ya son doctores hechos y derechos.

El segundo problema, todavía a medio resolver, es qué hacer con aquellos que superan las evaluaciones y tienen derecho a plaza, como consta en su contrato. En teoría, habría que contratar al investigador y mantener a su mochila. Muchos contratos no se han ejecutado.

Falta de presupuesto

Diego Martínez Santos, el investigador de Foz considerado por la Sociedad Europea de Física como el mejor joven en su campo, no ha pasado el corte. Probablemente falle en alguno de los requisitos como para estar en cabeza de los que solicitaron un puesto. Entre los requisitos, Martínez debía acreditar que además de productividad científica (que es un 40% de la evaluación), ha participado en proyectos internacionales de I D i (25%), movilidad internacional (10%) y sobre todo potencialidad para liderar su propia investigación (20%).

Pero probablemente el principal problema es que para este año solo se han convocado 175 plazas, lo que eleva la nota de corte. La falta de presupuesto, provoca que solo hayan superado el corte el 8% de los candidatos. Para ellos habrá unos cuatro millones de euros anuales, cifra ya menguada que peligra en el futuro. Martínez deberá esperar mejor ocasión.

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