Demetrio Carceller torpedea a Del Rivero en plena resurrección de Sacyr

Con Repsol en el punto de mira, el primer accionista de la constructora deja claro a Luis del Rivero que con la nueva estructura accionarial hay que compartir más el poder

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Muy a su pesar, el presidente de Sacyr Vallehermoso, Luis del Rivero, vuelve a estar bajo los focos. El hombre que hace poco más de un año era señalado con el dedo por la comunidad financiera como unos de los grandes perdedores por el tsunami en el ladrillo y su inversión en Repsol, ha visto como en los últimos trimestres el grupo que preside ha vuelto a la vida.

La refinanciación de la brutal deuda de 1.430 millones de euros de Vallehermoso, la ampliación de capital de 400 millones de euros colocada a inversores amigos y la recuperación en bolsa de la petrolera que preside Antonio Brufau le permiten ser el mejor valor de año en bolsa –gana un 75% tras un 2010 catastrófico- y volver a pagar dividendo.

Pero su núcleo duro ha decidido que es hora de cortar las alas a quien llevó al grupo a una situación delicadísima. Demetrio Carceller y Juan Abelló, que conjuntamente controlan el 25% de Sacyr, dieron un golpe en la mesa en la junta de accionistas de ayer, que podrían impugnar después de que los dos mayores ejecutivos del grupo –Del Rivero y Manuel Manrique- hayan duplicado su presencia en el consejo.

Lucha de egos

“No tiene sentido que Carceller y Abelló pongan en evidencia a Del Rivero cuando lo peor ya ha pasado, la cotización sube en bolsa y la percepción del mercado sobre Sacyr ha cambiado. Salvo que el objetivo final sea amagar con moverle la silla a la vista de que no consiguen persuadir al presidente de que hay que empezar a contar con ellos para tomar las decisiones importantes”, aseguran fuentes del sector.

Desde que se convirtió en el primer accionista del grupo con un 15,2% del capital, el muy discreto Demetrio Carceller ha tardado sólo unas pocas semanas en hacer valer su apuesta por Sacyr. El dueño del 24% de Damm y del grupo de distribución de carburantes canario Disa se quiere cobrar una apuesta millonaria en bolsa por la que en marzo compró casi tres millones de acciones, el 2,9% del capital de Sacyr.

Joya de la corona

El nieto del fundador de una de las sagas empresariales más ricas del país –un imperio que se gestó durante el franquismo- considera que su papel ha sido muy relevante para la estabilidad de Sacyr Vallehermoso en bolsa y, como Abelló, no quiere perder ningún tren para rentabilizar su apuesta por el grupo constructor, cuya joya de la corona es Repsol. La petrolera es una pieza codiciada y su precio en bolsa de 22,81 euros al cierre de ayer está cada día más cercano a la media de 26,71 euros por acción que pagó Sacyr por su participación del 20,01%.

Carceller y Abelló quieren tener más voz y más voto en cualquier decisión que pueda afectar al futuro de una participación de la que depende la rentabilidad de sus inversiones. En ese escenario se enmarca que los dos empresarios hayan calificado de «irregular, abusivo e injustificado» que los dos primeros ejecutivos del grupo –controlan conjuntamente el 18,8% del capital-, hayan duplicado su presencia en el consejo de administración.

La junta de Sacyr aprobó ayer elevar hasta 19 el número máximo de miembros de su consejo y nombrar a cinco nuevos vocales. Uno de ellos en representación de Carceller, que pasa a tener tres puestos del consejo.
La estrategia de Carceller y Abelló es muy similar a la que utilizó el propio Del Rivero para defender los intereses de Sacyr en Repsol. El ejecutivo murciano puso contra las cuerdas a Brufau cuando Repsol decidió recortar el dividendo del grupo, que para la constructora era clave para pagar su deuda.

Tras una dura batalla en la que la silla de Brufau estuvo en peligro –hasta se celebró un consejo extraordinario en enero de 2010 para que el consejo de Repsol ratificase a su presidente-, las dos partes terminaron fumando la pipa de la paz. El año pasado pagó un dividendo bruto de 1,05 euros por acción, igualando la cifra de 2008, la más alta de la historia. Hoy, un Del Rivero tocado por un accionariado tan disperso como de altos vuelos firmaría un final así.

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