Cruz, el puñetero amo de la aviación

Walsh elige a un español para presidir British Airways cuando terminan las salvaguardas que protegen la independencia de Iberia y su socia

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Perdón por la siguiente crónica. Preferimos ser honestos. No sabríamos deciros si Alex Cruz es el «puñetero» amo –piedad por la coloquialidad— o bien si en realidad su jefe, Willie Walsh, es el mejor ejecutivo que la aviación europea ha conocido por ahora. Evidentemente, podemos citar a grandes directivos del sector que disputarían con ambos un hipotético podio, como la presidenta de easyJet, Carolyn McCall, o el siempre polémico Michael O’Leary, quién inventó, a la sombra del 11S, una forma de viajar a través de Ryanair que, después, todos copiaron compulsivamente.

Incluso, en silencio, discreto –como es él— el responsable de Iberia, Luis Gallego, se abre paso entre los grandes. No en vano, le ha dado la vuelta a una aerolínea quebrada. Deberes que, por ejemplo, el pomposo jefe de Air France-KLM, Alexandre de Juniac, o el filiforme presidente de Alitalia, Luca Cordero di Montezemolo, han sido incapaces de hacer en el triple de tiempo. La aviación es un sector cruel, ajeno al glamour al que históricamente se vincula. Los márgenes son escasísimos, de apenas el 1,5%, y la exposición a elementos impropios al control de la compañía (desde un volcán a un atentado) es asfixiante.

Lo milagroso es que las cosas salgan bien.

En este contexto, Cruz se desenvuelve con la habilidad del albatro: de forma eficiente, gracias a su planeo dinámico, es capaz de cubrir grandes distancias con aparente poco esfuerzo. El carrerón de este hombre es espectacular. De American Airlines, en la mítica central de Dallas-Fort Worth, a montar Clickair para Iberia y, más tarde, a dirigir la absorbida Vueling de la familia Lara. Mientras Spanair agonizaba, la suya era la única compañía del sur de Europa que ganaba dinero. Culminó la integración en International Airlines Group (IAG) y ahora se dispone a presidir uno de los iconos de la aviación.

Maniobra política

Al margen de los méritos técnicos, que son varios, aunque se expresan en los inconvenientes que crea al pasajero en pro de la cuenta de resultados, la llegada de Cruz a British Airways tiene un componente político sibilino. El 31 de diciembre caducan las salvaguardas que Iberia y la británica firmaron para proteger sus intereses específicos cuando se fusionaron en 2010 para crear IAG. José (pepe aviones) Hidalgo clama cada vez que tiene ocasión «¡Iberia ya no es española!».

Es cierto que, por suerte –permitidme la parcialidad—, la de Barajas es una firma global. Pero Walsh sabe jugar sus cartas… de un plumazo resuelve la sucesión de Keith Williams y cierra antes de tiempo un posible frente para Gallego al entregar la aerolínea de la reina… a un español. Competencia y sindicatos tendrán muy complicado a partir de ahora defender que Iberia se está britanizando, como han sostenido para atacarla. El éxito de IAG, por tanto el de Walsh, es justo ése: blandir armaduras con metralla.

Por ejemplo, para contrastar la pujanza de las aerolíneas árabes se alió con Qatar Airways y luego le vendió el 10% del grupo. El resto de competidores europeos apelan aún al proteccionismo de papa Estado.

Sin cruzar líneas rojas

Cruz y Walsh tienen muchas sombras. Las hemos contado todas (esperamos) en 02B. Deberíamos, pero hoy no nos apetece, citarlas de nuevo, aunque seguiremos fiscalizando su actividad. Este viernes celebramos que un ejecutivo español llega a la cúspide de la aviación. Su trabajo no ha sido inmaculado, pero, a diferencia de otros con mejor prensa, nunca ha perdido de vista donde está la línea roja que bajo ninguna circunstancia hay que cruzar. El periodista de CNN, Richard Quest, lo recordó cuando en un congreso de aviación clamé que en Vueling ‘no caben las rodillas’.

Casado, viviendo en Londres, nacido en Bilbao (1966), con cuatro hijos… felicidades Alex.

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