Así se reclutan ‘niñas esclavas’ para abastecer a la industria textil

El último informe desarrollado en el Acuerdo Marco entre Inditex y sindicatos sobre explotación infantil en India recoge entrevistas a 'contractors', las personas que fichan a menores para trabajar en la producción de tejidos

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«La única mujer agente con la que nos entrevistamos trabaja también como supervisora en una fábrica de hilatura de algodón en Coimbatore, y cuenta, con pasmosa tranquilidad, que este proceso es totalmente normal, que ella misma fue captada con 13 años para adquirir su dote y poder casarse, que las niñas lo tienen que realizar para poder casarse y así tener futuro».

Esta es una de las perlas que recoge el informe del sindicalista Víctor Garrido sobre la práctica conocida como sumangali en India, el trabajo en fábricas de hilatura de algodón que realizan menores de 18 años sin tener condición de trabajadoras y para adquirir la dote que les permita casarse.

Comerciar con personas

El estudio se realiza en el marco del acuerdo entre Inditex e IndustriALL para controlar la cadena de suministro de la multinacional y blindarla contra prácticas abusivas o situaciones de inseguridad para los trabajadores.

El riesgo fundamental, en este caso, radica en que los proveedores de las grandes marcas con presencia en el país, en este caso Inditex, acudan a fábricas donde se practica la explotación infantil para abastecerse de tejido.

El análisis realizado recoge como elemento más llamativo las conclusiones de las entrevistas realizadas a 15 contractors, las personas que reclutan a las niñas para que trabajen en la hilatura de algodón a cambio de una comisión, matizando el autor que no se puede establecer relación entre esta práctica y la producción de hilatura utilizada por ninguna marca textil «local o internacional».

Selección entre los más pobres

Estos agentes viven en los pueblos y villas donde reclutan a las adolescentes o en sus alrededores, son buenos conocedores de las costumbres locales y están ejerciendo esta actividad entre dos y 16 años.

Trabajan como agentes comerciales, reuniéndose con los jefes y profesores de los pueblos, además de con los padres de las niñas. Prometen una mejor vida, salarios y dinero para la dote. «El que mejor se vende o mejores sensaciones transmite a los padres es el que se lleva más trabajadoras», dice el estudio.

El reclutamiento se realiza normalmente en las zonas más pobres y entre la casta más baja (dalits). En el abanico entran también «las niñas con más precariedad, algunas sin padres, otras con padres con graves problemas económicos». Después son entregadas por un periodo de tres años a las fábricas a cambio de una comisión. Tienen entre 14 y 16 años y, en el peor de los casos, entre 12 y 14 años.

Las condiciones

«Perciben unos salarios ínfimos, de los que pueden llegar a descontarles 20 euros por comida y vivienda en los hostels de las fábricas, con literas de 6 a 10 personas por habitación», el informe. La mitad de la paga se retiene hasta el final del periodo de trabajo, que suele ser de tres años, y no se les abona en caso de que abandonen por las malas condiciones laborales.

«No les permiten salir de las fábricas, no hay fines de semana ni festivos, habitualmente no tienen vacaciones, y si las cogen (como máximo 10 días al año), las tienen que compensar al final de los tres años y recuperar esos días. No son reconocidas como trabajadoras, ni tienen contrato en algunos casos, y en otros se lo hacen de aprendices, ni derechos laborales, y tampoco se realizan por ellas pagos de seguridad social, ni tienen ningún tipo de protección en caso de accidente, maternidad», insiste el estudio.

Las empresas las necesitan

Para los contractors, esta práctica es «normal» porque las empresas «necesitan a las niñas». De hecho, los reclutadores dan por hecho que el tráfico de adolescentes hacia las fábricas seguirá aumentando en torno al 20% cada año.

Los agentes comentan que «las niñas no realizan más de 60 horas semanales, aunque parece que en realidad, según nos comentan posteriormente en la ONG, trabajan entre 12 y 14 horas diarias, incluidos los fines de semana, llegando a las 96 y en algún caso a las 110 horas por semana, y en ningún caso se les abonan las horas extras», expone el informe.

Suicidios tras los abusos

Relata Víctor Garrido que los abusos y los suicidios son habituales en la práctica del sumangali. «Les pregunto por los continuos suicidios que se producen, y que nos reconocen que así es, que muchas veces ingieren veneno para abortar. Lo explican por la vergüenza que tendrían en sus villas y con sus familias por los embarazos no deseados, resultado de continuos abusos por parte de trabajadores y supervisores».

Según datos de la ONG Save, se produjeron 250 suicidios conocidos en el 2015 y ya 50 en los últimos dos meses. Con brutal insensibilidad alguno de los reclutadores comenta en la conversación que se suicidan «por amor». Y acaban justificando que «las chicas tampoco están seguras en sus villas» debido a los malos tratos y abusos, también sexuales, de los padres, las pésimas condiciones de sus casas y la falta de futuro.

Lo cierto es que muchas abandonan a los dos o tres meses la fábrica por los continuos abusos.

Desconocimiento

Los agentes comentan que envían a las chicas a sitios seguros, que supervisan estas fábricas y sus alrededores para verificar su «seguridad», pero el informe asegura que, tras preguntarles con insistencia, la mayoría reconocen que nunca han visto las fábricas, ni las condiciones de trabajo que tienen, ni los propios hostels donde alojan a las niñas.

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