El discurso de Marea Atlántica está destrozando En Marea

La obsesión por emular las bases ciudadanas de las mareas municipales ha roto a los partidos y ha dejado la misma división que en la etapa de coalición

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No avanza un paso En Marea sin romperse un poco. El camino iniciado en las elecciones a la Xunta, con la creación de un partido instrumental que fuera síntesis de un movimiento amplio, inclusivo con las plataformas sociales y organizaciones de origen ciudadano, ha dejado como balance un clima de ruptura similar al que habían protagonizado los partidos cuando En Marea se presentó como coalición a las generales.

Desde que Feijóo anunció la fecha de las elecciones, la tesis defendida por Xulio Ferreiro, Martiño Noriega y Jorge Suárez, ha ido acumulando derrotas.

Las elecciones internas de En Marea depararon unas las listas con predominio de Anova, Podemos y Esquerda Unida, frente a los candidatos sin afiliación política. Entonces ya estuvo a punto de romperse el partido por la autoestima de Podemos, una fuerza intrascendente en Galicia pero con un importante número de votos derivados de su marca en las generales. El partido morado impuso su propio censo frente al que había confeccionado En Marea y acabó ganando posiciones, mientras el resto de partidos evitó abrir una guerra en la antesala de los comicios.

El techo de votos de En Marea se logró como coalición. Cuando construyó el partido sobre las bases de las mareas municipales, perdió apoyos

La construcción apresurada del partido instrumental logró ampliar la red de plataformas y movimientos que participaron en la creación del mismo, pero se encogieron los votos. El techo de En Marea son las generales de diciembre, compitiendo como coalición.

El dilema de Luis Villares, el magistrado acostumbrado a mandar

Luis Villares, el candidato de consenso que impulsó el propio Xulio Ferreiro, acabó conformando su propio núcleo de afines frente a la transversalidad que le reclaman quienes antes fueran sus valedores.

La estructura sobre la que se creó el partido era tan débil que incluso Villares, que llegó a En Marea sin apoyos, fue capaz de dar un golpe sobre la mesa e imponerse como portavoz parlamentario y orgánico, saltándose, o eso opina la mayoría, los acuerdos alcanzados en la reunión de Vigo.

El magistrado en excedencia, al que fuentes de los partidos califican como una persona capaz pero demasiada “acostumbrada a mandar”, dio el paso cuando se sintió debilitado, pues aquellos que vetaban que adquiriese más poder orgánico, fueron los mismos que le impulsaron como figura de consenso y sin asignación política para encabezar el movimiento, a la manera en que lo había hecho Xulio Ferreiro con Marea Atlántica.

Villares fue la figura de consenso y sin asignación política para encabezar En Marea, pero acabó construyendo su propió núcleo de poder

Villares, por contra, sintió la necesidad de construirse como referente de En Marea, algo que entendió, por ejemplo Xosé Manuel Beiras, pero no quienes apuestan por fórmulas más transversales, alejadas de personalismos.

Los ‘ciudadanistas’ contra los partidos

La tesis de la unidad popular, imprescindible para casi todos, ha entrado en confrontación con las dinámicas de los partidos, que se han roto en el proceso de construcción de En Marea. Al debate entre más o menos nacionalismo, que hizo daño a Anova, se suma el de quienes creen que se ha relegado injustamente a los partidos. “Los partidos no dejan de ser ciudadanos unidos en torno a unas ideas y un discurso”, alegan.

Sin embargo, la idea de Marea Atlántica, con un amplio respaldo en su momento, quiso ser una extrapolación de la construcción del partido en A Coruña al ámbito de Galicia, con la temeridad de presentar a las elecciones a un candidato desconocido para la gran mayoría de los ciudadanos.

Anova se mantiene como la marca de Beiras y grupo de presión dentro de En Marea; como partido está totalmente desmovilizado

El proceso ideal para algunos, armado por la convergencia de grupos sociales y partidos que crean desde una base común la estructura y el ideario de la formación, es para otros una fórmula de dilución de los partidos que, según alegan, fueron quienes propiciaron las mareas municipales creando los mecanismos inclusivos que dieron pie a que participase la ciudadanía. Esto es discutible en el caso de Marea Atlántica, pero, en líneas generales, Anova y Esquerda Unida fueron la clave para que surgiesen mareas por doquier en las elecciones municipales.  

Ahora mismo, Podemos está dividido y fue incapaz de generar una estructura de funcionamiento en Galicia. Anova está dividida y su futuro, más allá de ejercer un papel de presión dentro de En Marea, es una incógnita. Antón Sánchez acaba de ser designado portavoz nacional tras recibir 156 papeletas de las 700 personas que tenían derecho a votar. Una muestra de la escasa movilización de la formación. 

La tensión continúa, pero está más desordenada

La confección del partido instrumental tenía en su objetivo más simple la misión de acabar con el reparto de cuotas de poder entre partidos que surge de las coaliciones, pero acabó generando las mismas tensiones y de manera más desordenada.

Las relaciones entre los distintos grupos surgidos en los partidos y las relaciones interpersonales han jugado hasta ahora un papel importante. Así suceden cosas tan extrañas como que los críticos de Anova se conviertan en oficialistas en apoyo de Villares dentro de En Marea.

Podemos también se ha mantenido al margen de las críticas al magistrado. Carmen Santos mezcla mejor con Villares que con Marea Atlántica, por ejemplo. A esto se suma que su posición en el partido es débil y tiene un frente crítico en los diputados que conviven con Pablo Iglesias en Madrid, Antón Gómez Reino y Ángela Rodríguez. Fue precisamente en Madrid y en la cuenta de Twitter de Pablo Iglesias donde se gestó la integración de Podemos Galicia en En Marea. 

 

 

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